miércoles, 5 de mayo de 2010

GENÉRICOS: LAS JARAS

     “Me vuelvo al pueblo, Fermín” – Le confesó Antonio a su íntimo amigo de la infancia, justo al finalizar la cotidiana partida de cartas de antes de comer. Ambos habían abandonado la tierra que les vio nacer hace casi cincuenta años en busca de oportunidades de trabajo en la ciudad.
     -“¡Me vuelvo al pueblo!, llevo ya varios días madurándolo. Aquí no pintamos nada desde que cerraron la fábrica, y nos jubilaron. ¿Te has dado cuenta de la cantidad de paletos desarraigados que hay en Fuenlabrada?”.
     -“Pero Antonio, allí no hay mas que jarales”.
     -“Es verdad, pero esas jaras, en su día, también dieron muchos jornales. Tu padre y el mío hacían cisco con las jaras...
     -“¡Cisco es lo que estamos hecho nosotros ahora!”- interrumpió Fermín, llevándose ambas manos a la espalda-.
     -“De niño recuerdo que en el pueblo casi todos los vecinos teníamos colmenas, las viejas colmenas de corcha de alcornoque y púas de jara. Y qué me dices del murciano que todos los años tenía a medio pueblo cogiendo brazaos de jara que luego cocían en aquel caldero gigante que montaron en el molino viejo para extraer el ládano...
     -“...¡con leña de jara!. Y la esencia que destilaban en el alambique del tío Paulino”. - Continuó Fermín un poco ya contagiado del entusiasmo de su amigo.

     Los dos veteranos amigos parecían iluminarse, no era la primera vez que se producían semejantes charlas preñadas con los recuerdos infantiles de su pueblo.

     -“¿Y la mángala?. ¿Te acuerdas cuando íbamos a buscar la mángala?”

     La mángala o mangla, la misteriosa golosina que exudaban las ramas y tallos de las jaras pringosas en los calurosos días de agosto y que los chiquillos recogían con un palo, formando bolas de sabor tan delicioso como la memoria evocadora de los ancianos.

     -“¡Hasta mañana, Antonio!, la nuera debe estar a punto de servir la comida”.
     -“Hasta mañana, Fermín, a las once en El Pensionista, para la partida, como siempre”.
     -“Como siempre”.

LAS JARAS

     Con las jaras vamos a iniciar una serie temática dedicada a grupos genéricos. Dejaremos pendiente la ficha de cada especie para retomarla en el futuro. Hoy, sin embargo, hablaremos de las características comunes a todas ellas.
     La familia de las Cistáceas abarca a los géneros Halimium, Helianthemun, Xolanta, Fumana y Cistus, entre otros. Es éste último al que vamos a dedicar nuestra atención.
     El género Cistus engloba a una serie plantas de arraigado pasado cuyas especies han sido identificadas con denominaciones populares como jaras, estepas, jaguarzos o jarillas. Los ejemplares de este género se caracterizan por ser arbustos de escasa talla, bien ramificados, con hojas que nacen enfrentadas, simples, de tamaño generalmente pequeño y con el borde entero. Las flores pueden ser de distintos colores que van desde el blanco al rosa o al púrpura y son de tamaño grande con numerosos estambres. El fruto, con su característica forma de cesto es el responsable de dar nombre al género Cistus ( del griego "kisthos" que significa caja o cesto) y por extensión a toda la familia de las Cistáceas. Son cápsulas lignificadas, globosas, que se abren en un número concreto de valvas dependiendo de la especie.
     La distribución de las jaras se reparte a lo largo de toda la zona mediterránea desde Portugal hasta Oriente y norte de África, sin olvidarnos del archipiélago Canario, si bien donde mayor desarrollo alcanza es en el mediterráneo occidental, especialmente en la Península Ibérica donde se encuentran 13 de las 16 especies que hay en Europa (en todo el mundo, dependiendo de los autores existen de 17 a 20 especies).
     Centrándonos en estas trece especies que habitan en nuestra península vamos a intentar resaltar algunos rasgos de diferenciación entre ellas: La estepa blanca (Cistus albidus), el jaguarzo merino (C. crispus), la estepa menorquina (C. creticus) y la jara de Cartagena (C. heterophyllus) se caracterizan por tener flores de color rosado intenso, de mayor tamaño en C. albidus (de 6 centímetros de diámetro) y de menor en C. heterophyllus (de 3 a 3,5 cm.), siendo C. albidus la de mayor representación de las cuatro en la Península Ibérica. El resto: la jara pringosa (Cistus ladanifer), el jaguarzo morisco (C. salvifolius), la jara cervuna (C. populifolius), el jaguarzo (C. monspeliensis), el carpazo (C. psilosepalus), la estepa (C. laurifolius), la romerina (C. libanotis), el jaguarzo blanco (C. clusii) y (C. palbinbae) poseen flores de color blanco de distinto tamaño en cada especie.
     Queremos destacar entre todas ellas a la jara pringosa (Cistus ladanifer), la especie de mayor tamaño cuyas enormes flores blancas se diferencian bien de otras jaras con las que a menudo aparece mezclada, porque en la variedad "maculata", suelen poseer una mancha violeta en la base de cada pétalo lo que le otorga el nombre popular de “jara de las cinco llagas”, aunque estas flores también pueden ser completamente blancas en la variedad "albiflorus". Esta especie segrega una sustancia pegajosa llamada ládano (de ahí su denominación popular “pringosa” y su nombre científico C. ladanifer ) que tiene la propiedad de dificultar el crecimiento de otras plantas lo que le confiere una gran capacidad colonizadora.

Refranes:
-Jara con la jara y frente al barender poco berbear. (Dicho de maleantes que aconseja hablar o “berbear” poco con la policía).

Curiosidades:
     Si buscamos el origen de la palabra jara encontraremos que proviene del vocablo árabe sa´râ que significa algo así como matorral. Con este significado aparece también la palabra mozárabe xara en algunos documentos del siglo XIII.
     Entre las utilidades que tenían las jaras en la antigüedad destacaremos la importancia de su madera, que jugaba un papel fundamental en la apicultura tradicional, (cuando las colmenas se hacían de corcho) debido a su resistencia al apolillamiento. Se utilizaban unos palos secos de jara llamados “tranquillas” cuya misión era sujetar los panales colocándose en forma de aspa en su interior. También se utilizaban una especie de clavos de madera de jara llamados “viros” para coser el corcho por los lados.
     Otro producto de la jara era la mangla, llamado también “Maná de España”, que consiste en una sustancia azucarada que se forma en las heridas y cicatrices de tallos y hojas, con aspecto de copos blancos o amarillentos de sabor dulce que servían para combatir la tos, aunque su motivo principal de recolección era que servía de golosina para los niños. No hay que confundirlo, a pesar de su nombre, con el maná de la Biblia, que era extraído del “Fresno del Maná” (Fraxinus ornus).
     No queremos terminar la presente sección sin hacer una mención a una curiosa planta vinculada a las jaras, llamada colmenilla (Cytinus hypocistis). Esta especie carece completamente de hojas y aparece al pie de algunas jaras con su tallo adherido sobre la raíz de la planta a la que parasita. Es curioso que existe una subespecie (sub. hypocistis) que parasita sólo a jaras de flor blanca y otra subespecie (sub. kermesinus) que hace lo propio con las jaras de flor rosada. A pesar de su pequeño tamaño pertenece a la misma familia que la flor mas grande del mundo la Rafflesia arnoldii de las selvas de Indonesia.

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