martes, 2 de diciembre de 2014

HAYAS

     Este bosque tan umbrío, ahora iluminado por las luces claras del otoño, bulle de vida bajo la hojarasca. Innumerables organismos afanados en la digna tarea del reciclaje se encargan de incorporar al reino mineral lo que no ha mucho tiempo formó parte de un ser vivo generando un suelo rico en nutrientes asimilables por los gigantes arbóreos y su pequeña corte de acompañantes. Aquí, en la tupida fronda, a veces la humedad es tan elevada que resulta casi asfixiante pero hoy la lluvia cae con mansedumbre, repiquetea en las hojas y empapa la tierra que la absorbe toda como si fuera una esponja. Puedo notarla ya sobre mi único pie así que tal vez sea la hora de asomarse a ver qué se está cocinando ahí fuera. Tengo que matizar, sin embargo, que no sólo el suelo del bosque con su fértil capa de orgánico humus está capacitado para retener la más pertinaz de las lluvias, por el contrario nosotros, los de mi clase, sí que somos verdaderas esponjas, no en vano estamos hechos hasta en un 90% de pura agua.
     He crecido al borde de las egoístas hayas pero mi verdadero socio es el monumental roble que domina el claro. Somos socios, en efecto, con carácter vitalicio, él me proporciona el alimento que necesito y yo le transfiero sustancias minerales en un tipo de relación simbiótica que llaman micorriza.
     Por cierto, si por azar llegaras a encontrarme, te recomiendo que no me recolectes, pero sobre todo, ¡no se te ocurra comerme! Déjame donde me hallo, mi labor es mucho más valorada aquí en el bosque donde nadie me identifica con el signo doble de la calavera: ¡¡Soy una oronja verde!!.

Pico negro (Dryocopus martius), ave conocida
en Asturias como "Picafayes"
EL PICAFAYES
     Vale, ya veo que habéis elegido a una seta, nada vulgar, es cierto, pero ¡una seta!, mortal por más señas, para introducirnos en el fascinante mundo de uno de los árboles que más ha calado en el acervo y la cultura europeos. ¡No había nadie más apropiado!.
     Pero yo, humildemente, tengo mucho más que decir porque nací en el corazón de un haya a 17 metros de altura. Mi cuna fue una cálida oquedad que mis laboriosos progenitores horadaron en su tronco. Allí vine al mundo en compañía de otras cuatro bolitas rosadas como yo. Aún tardé tres semanas en ver la luz del sol el día que me atreví a sacar la cabeza, ya completamente emplumado, por la redondeada abertura que comunicaba con el espacio exterior, un mundo de belleza insuperable tan lleno de vida como de peligros. Pero hasta hoy, "toco madera", he sabido sortearlos todos no sin una nada desdeñable dosis de fortuna.
     En fin, sé tanto de hayas como de hadas, no en vano siempre he vivido aquí, en el bosque de vuestros cuentos.
     (Os dejo como regalo el resonar de mi tamborileo y mi inquietante llamada en el corazón de la espesura).

Porte de ejemplar aislado de Fagus sylvatica.
HAYA EUROPEA
Fagus sylvatica, L.
Cast.: Haya, haya europea, hayuco. Gall.: Faia, faya. Astur: Faya, fayuco. Eusk.: Pago, fafoa. Cat.: Faig.
Familia: Fagaceae.
Etimología: El nombre genérico deriva del latín Fagus que a su vez viene del griego Phegos que quiere decir "comestible" en referencia a sus frutos. Sylvatica proviene del latín silvaticus que significa silvestre, que es propio de la selva o los bosques, selvático.
Lugar de origen: Centro y Oeste de Europa.


Descripción:
El haya es un árbol de crecimiento lento que alcanza un gran porte, de 30-40 m de altura, cuyo tronco generalmente es columnar, algo más irregular cuando crece aislado, presentando las ramas habitualmente zigzagueantes. Su corteza es lisa, verdosa de joven, adquiriendo más tarde su característico color gris ceniza definitivo. Las hojas son caducas, de color verde al principio, tomando al llegar el otoño sus característicos tonos anaranjados y rojizos. Son simples, en disposición alterna, de forma ovalada y con el borde ondulado, con un vello sedoso característico. Florece en abril y mayo y tiene flores masculinas y femeninas; las masculinas son globosas con un gran numero de estambres por flor y se presentan colgantes con pedúnculos largos, las femeninas sin embargo tienen pedúnculos cortos y erectos y se presentan en el extremo del brote en grupos de dos, a veces de tres. Los frutos son una especie de cúpula erizada que normalmente aparecen cuando el árbol supera los 20 años. Estos "erizos" de picos blandos se abren en cuatro valvas liberando unas semillas que son comestibles y se llaman "hayucos". La forma de los hayucos es triangular, parecidas a pequeñas castañas alargadas y lustrosas y que están consideradas como "frutos secos".

Las tres fases de las hojas del haya (Fagus sylvatica): A la izquierda hojas jóvenes con sus
característicos pelos sedosos, en el centro las hojas ya han perdido la vellosidad y a la derecha
 vemos la típica coloración anaranjada de las hojas otoñales.
Cultivo:
Es un árbol de climas frescos, prefiriendo las zonas sombreadas aunque soporta bien las exposiciones solares. Cuando son jóvenes les afectan más las inclemencias climatológicas como heladas o sequías pero con el tiempo se van haciendo más resistentes. De forma natural crecen en altura, entre 400 y 1800 metros, donde las temperaturas no son muy elevadas y la humedad atmosférica es constante. Tolera casi todo tipo de suelos aunque prefiere los neutros o ligeramente básicos. Son resistentes a las podas por lo que  es aconsejable realizarlas con cierta frecuencia. Se reproducen por semillas, las cuales no se deben dejar secar para garantizar que germinen con facilidad. Es una planta poco apta para la multiplicación mediante esquejes.

Evolución de la floración hasta la liberación de los hayucos.
Utilización:
Además de su valor ornamental, debido sobre todo al colorido de sus hojas en la época otoñal, el haya se ha utilizado tradicionalmente en carpintería pues su madera es muy fácil de trabajar, fabricándose con ella todo tipo de herramientas agrícolas, muebles o instrumentos musicales.
Como ya hemos comentado, sus semillas (hayucos) son consideradas frutos secos y se consumen tostándolas o en crudo, salándolas y dejando secar. Con los hayucos molidos también se confeccionaba una harina para hacer pan o incluso, de estas semillas se extraía un aceite que usaban para cocinar o para iluminar lámparas.

Semillas liberadas del haya europea. Estas semillas son comestibles y se conocen como "hayucos".
Propiedades medicinales:
Desde siempre se ha empleado en procesos gripales, resfriados o bronquitis. De la destilación seca de las ramas se obtiene la "creosata" que es un compuesto fenólico que tiene propiedades balsámicas y antisépticas.

Plagas y enfermedades:
El haya es atacado por diferentes hongos como Ungulina marginata, Fomes connatus o Ganoderma applanatum que producen enfermedades como "el corazón rojo" o el "pasmo" del haya. Entre las plagas destacan los insectos comedores de hojas y flores como una especie de gorgojo llamado Orchestes fagi o la oruga de la mariposa "lagarta cola parda" (Euproctis chrysorrhoea).

Refranes:
-Mal haya carbón de haya: Juego de palabras con el que se menosprecia el carbón obtenido de este árbol.
-A tierra de hayas, nunca vayas: Este refrán desaconseja los lugares donde habita el haya por ser propio de tierras frías.
-El acebo le dijo al haya que si fuera por la vergüenza ardería hasta en el agua: Se refiere a la facilidad con la que arde la madera del haya, que arde hasta verde por ser rica en aceites.

Adentrarse en un bosque de hayas en otoño es entrar en un mundo mágico como podemos ver
en este Hayedo de la Tejera Negra, en la provincia de Guadalajara.
HAYA ORIENTAL
Fagus orientalis, Lipsli
Haya oriental, haya del Asia Menor.
Familia: Fagaceae.
Etimología: El nombre genérico deriva del latín Fagus que a su vez viene del griego Phegos que quiere decir "comestible" en referencia a sus frutos. Orientalis viene del latín y significa "oriental", "del este".
Lugar de origen: Europa oriental y Asia Menor. Convive con el haya común en la zona de los Balcanes y noroeste de Turquía donde es fácil encontrar híbridos  (Fagus x taurica).

Descripción:
El haya oriental es un árbol de gran tamaño que puede alcanzar los 30-40 metros de altura cuya corteza es de color gris pálido y textura lisa aunque a veces pueda presentar surcos. Sus hojas caducas son obovadas o elípticas, de unos 12 cm de largo por 6 cm de ancho, algo más grandes y alargadas que las del haya europea. Se presentan normalmente con el margen ondulado, entero o ligeramente dentado con hasta 12 pares de nervios. Son lampiñas y de color verde oscuro por el haz mientras que por el envés se resaltan los nervios y presenta numerosos pelos sedosos. Con la llegada del otoño las hojas tornan a tonalidades amarillas y marrones. Las flores son pequeñas, las masculinas son de color amarillo y las femeninas verdes. Aparecen a mediados de la primavera y se presentan en inflorescencias separadas sobre el mismo pie. El fruto es una cápsula híspida de unos dos centímetros y medio de largo que contienen de 2 a 3 hayucos pequeños y comestibles.

El haya oriental (Fagus orientalis) tiene las hojas más grandes y alargadas que su pariente
europeo y su coloración otoñal tiene tonalidades amarillas y marrones.
Cultivo:
Es tolerante con la mayorías de los tipos de suelo incluyendo suelos calcáreos. El terreno tiene que estar bien drenado y con  humedad regular aunque los árboles más grandes pueden tolerar la sequía ocasional. De jóvenes son tolerantes a las zonas muy sombreadas pero conforme van creciendo necesitan una exposición más soleada. Se reproducen mediante semillas frescas sembradas en otoño y las plántulas obtenidas se deben transplantar lo antes posible pues cuanto más grandes se hagan estas plantas más difícil será que supere el transplante. La reproducción a partir de esquejes es altamente improbable.

Utilización:
El haya oriental se utiliza como árbol de sombra, ideal para grandes fincas, parques y jardines, valorado por su porte señorial y el vistoso color otoñal de su follaje. Al igual que el haya común su madera es muy valorada para la fabricación de muebles. También los hayucos son comestibles y son una fuente importante de alimento, sobre todo para la fauna que habita en los alrededores.

Flores y frutos del haya oriental (Fagus orientalis).
HAYA AMERICANA
Fagus grandifolia, Ehrh, 1788
Haya americana, haya roja, haya blanca, haya de hoja grande.
Familia: Fagaceae.
Etimología: El nombre genérico deriva del latín Fagus que a su vez viene del griego Phegos que quiere decir "comestible" en referencia a sus frutos. Grandifolia viene del latín y significa "de hojas grandes".
Lugar de origen: Este de Norteamérica.

Descripción:
El haya americana es un árbol caducifolio que alcanza los 25-30 m de altura que posee una copa piramidal y un tronco robusto provisto de una corteza delgada de color plateado con tonalidades azuladas. Suele emitir retoños desde la raíz. Sus hojas son ovadas o elípticas, más grandes y alargadas que el haya europea, de unos 12 cm (raramente 15 cm) de largo por 6 cm de ancho, acuminadas, serradas, al principio con pelos sedosos luego lampiñas o casi lampiñas. Tienen el haz de color verde oscuro brillante mientras que el envés es más pálido. En otoño se vuelven amarillas antes de su caída estacional. Las flores son pequeñas, las masculinas de color amarillo y las femeninas verdes. Ambas se presentan a mediados de verano en inflorescencias separadas sobre el mismo pie. Su fruto consiste en un involucro llamado cúpula de 2,5 cm de largo y que se abre en cuatro valvas leñosas cubiertas de largas espinas. En su interior aparecen de 1 a 3 hayucos, que son pequeñas nueces comestibles de forma trígona con el pericarpio rojizo.

Las hojas del haya americana (Fagus grandifolia) son las de mayor tamaño de estas tres especies.
Las tonalidades otoñales son amarillentas no alcanzando los tonos naranja de su pariente europea.
Cultivo:
Este haya prefiere terrenos ligeros, ricos en nutrientes y perfectamente drenados (no resultan adecuados aquellos suelos que quedan anegados pues producirían la podredumbre de sus raíces y la aparición de hongos). Raramente se encuentra en suelos de piedra caliza. Es una especie adaptada a los ambientes sombríos y por lo tanto huye del exceso de luz solar. Se reproduce normalmente mediante semillas que tienen un gran promedio de germinación. En sus medios naturales estas semillas son transportadas por roedores o por algunas aves como las urracas hasta los nuevos emplazamientos de siembra. Estas hayas también se reproducen mediante el transplante de los vástagos que suele emitir desde la raíz.

Utilización:
El haya americana tiene un gran valor en la industria maderera pues su madera es pesada, dura y resistente. Esta madera se utiliza sobre todo para la fabricación de herramientas, muebles y revestimiento de suelos (parquet). En ocasiones se utiliza como planta ornamental pero mucho menos que el haya europea.

Detalles de la floración y el fruto del haya americana (Fagus grandifolia).
Propiedades medicinales:
Los nativos americanos utilizaban sus hojas para curar las quemaduras, para sanar llagas y reparar las extremidades con síntomas de congelación. También usaban la corteza para algunos problemas pulmonares o como purificador de la sangre.

Plagas y enfermedades:

Esta especie de haya tiene una enfermedad que se ha convertido en una importante causa de muerte para numerosos ejemplares en el noreste de Estados Unidos. Se trata de la llamada "enfermedad de la corteza del haya" que es producida por dos especies diferentes de hongos del género Nectria y que se transmite al árbol cuando una especie de cochinilla (Cryptococcus fagisuga) ataca la corteza.

viernes, 27 de junio de 2014

EL ÁRBOL QUE LLORA

     Esclavo, no te quejes de las fatigas; preso, no te duelas de tu prisión; ignoráis la tortura de vagar sueltos en una cárcel como la selva, cuyas bóvedas verdes tienen por fosos ríos inmensos. ¡No sabéis el suplicio de las penumbras, viendo el sol que ilumina la playa opuesta, a donde nunca lograremos  ir! ¡La cadena que muerde vuestros tobillos es más piadosa que las sanguijuelas de estos pantanos; el carcelero que os atormenta no es tan adusto como estos árboles, que nos vigilan sin hablar!. Mientras le ciño al tronco goteante el tallo acanalado del caraná, para que corra hacia la tazuela su llanto trágico, la nube de mosquitos que lo defiende  chupa mi sangre y el vaho de los bosques nubla mis ojos.     ¡Así, el árbol y yo, con tormento vario, somos lacrimatorios ante la muerte y nos combatiremos hasta sucumbir!.

                                                                                             José Eustasio Rivera
                                                                                             "La vorágine"


En esta obra, el joven artista amazónico Brus Rubio
 ha sabido representar como nadie los excesos
 cometidos contra la población indígena por parte
de las empresas caucheras.
EL GENOCIDIO DE LAS CAUCHERÍAS DEL PUTUMAYO
     Cuando la codicia humana se instaló en el Paraíso necesitó apenas veinte años para perpetrar un exterminio. Hasta entonces, hombres y mujeres tan puros vivían en tal armonía con la tierra que el mismo Dios no quiso que ningún Evangelio los corrompiera. Andoques, huitotos, boras, ocaimas, nonuyas, rezígaros, muinames, adanes y evas en el Edén ancestral leían en el libro sagrado de la selva mientras eran bendecidos por la sabiduría heredada de mil generaciones de antepasados.
     Pero en el llamado mundo civilizado, a caballo entre los siglos XIX y XX, el descubrimiento del petróleo como fuente de energía y la forma de extraerlo de las entrañas de la tierra, inició un vertiginoso e imparable proceso industrial y tecnológico. El motor de combustión sustituyó a los primeros carros de vapor dando un decisivo impulso al desarrollo de la industria del automóvil. Asimismo, la vulcanización del caucho, descubierta supuestamente por Charles Goodyear (si bien los indios de mesoamérica ya conocían sobradamente este proceso), incorporó rápidamente este producto de origen natural a la fabricación masiva de ruedas, hechas primero de goma maciza, hasta que a finales del siglo XIX el escocés Dunlop inventó las ruedas neumáticas. La gran demanda consiguiente desató la codicia que condujo a la barbarie.
     Pero los árboles del caucho habitaban dispersos por la Amazonía y las caucherías hubieron de extenderse por la selva a través de las venas de sus grandes ríos llegando hasta los últimos y más escondidos de sus rincones.
     Fue así como la empresa cauchera que explotó las riquezas naturales de la vasta región del río Putumayo, que contaba entre sus accionistas con algunas de las más "respetables" personalidades del Imperio Británico, ejerciendo el infame poder de la fuerza llevó a cabo el genocidio silencioso y sistemático de las tribus que un día habitaron en el Paraíso.
     Esta empresa que esclavizaba a la población indígena subsistió hasta la década de 1930. No sirvió de nada que José Eustasio Rivera lo denunciara en su libro "la vorágine" pero al menos dejó constancia de lo que allí sucedía. 


Hojas trifoliadas del Árbol del caucho Hevea brasiliensis
ÁRBOL DEL CAUCHO
Hevea brasiliensis, (Willd. ex A.Juss.) Müll.Arg.
Árbol del caucho, árbol sangrado, siringa, seringueira.
Familia: Euphorbiaceae.
Etimología: La palabra con la que se designa el género "Hevea" tiene su origen en el nombre vernáculo con el que se conocía en la Guayana Francesa a su especie autóctona la Hevea guianensis. El nombre latino "brasiliensis" con el que se designa a esta especie significa originario de Brasil.
Lugar de origen: Originario de la cuenca hidrográfica del río Amazonas.

Panícula floral y detalle de las pequeñas flores.
Descripción:
El árbol del caucho es un árbol de porte cónico y poco denso que puede alcanzar 20 a 40 m de altura. Su tronco es recto y cilíndrico con la corteza bastante fisurada. Es de color beige muy claro y su madera es blanca y liviana. Sus hojas son compuestas, ligeramente coriáceas, trifoliadas, distribuidas de forma alterna, de aproximadamente 16 cm de longitud. Durante la estación seca deja caer parcialmente las hojas, antes de lo cual se tornan de color rojizo. Es un árbol monoico con flores  pequeñas y reunidas en amplias panículas. Carecen de pétalos, tienen el cáliz amarillo y son aromáticas. Las flores femeninas son más grandes que las masculinas, con un pistilo bien visible y se disponen en la parte terminal de las inflorescencias. Las masculinas son más numerosas, con anteras centrales y colocadas en la base de estas inflorescencias. Produce los frutos desde los 4 años, cada uno de los cuales es una gran cápsula dividida en tres lóbulos, mide unos 5-7 cm de diámetro y están sujetos a la planta por largos pedúnculos. Estos frutos son verdes aunque al madurar adquieren tonos marrones. Cada fruto contiene tres semillas ricas en aceite, son brillantes y con manchas marrones muy vistosas lo que las hace muy ornamentales.

Fruto del árbol del caucho
Cultivo:
Para crecer óptimamente precisa temperaturas elevadas y precipitaciones abundantes de forma constante. No tolera el frío ni las heladas pues por debajo de los 20 ºC se detiene el desarrollo vegetativo y por debajo de 15 ºC se producen daños graves. Como hemos dicho necesita una gran cantidad de agua para sobrevivir tolerando los encharcamientos siempre que no sean demasiado prolongados. Necesita asimismo humedad ambiental. Requiere de suelos ricos en nutrientes y ácidos (pH entre 5 y 6) no tolerando los suelos calizos. Sí puede prosperar en suelos arcillosos siempre que se instalen sistemas de drenaje eficientes para evitar la pudrición radicular. Precisa gran cantidad de luz por lo que su emplazamiento ideal es a pleno sol pero intentando que pueda tener sombra en las horas centrales del día para evitar que se quemen sus hojas. Por otro lado, si el árbol permanece excesivamente sombreado dará más hojas y más grandes pero no florecerá.
La forma de propagación de este árbol es mediante semillas utilizando posteriormente injertos si se quieren obtener los caracteres comerciales mas interesantes. Las semillas se deben recolectar tan pronto como el fruto comience a abrirse y sembrarse inmediatamente ya que pasado un tiempo, unos diez días, las semillas pierden poder germinativo.

Semillas de Hevea brasiliensis
Utilización:
Aunque este árbol es usado como planta ornamental en muchas zonas, su utilización más significativa está dedicada a la extracción de un látex blanco o amarillento con el que se fabrica el caucho. El método tradicional de extracción consiste en hacer incisiones en la corteza para que su savia corra a lo largo del tronco para ser recogidas en latas colocadas bajo el corte. Las cicatrices del árbol están secas en un par de semanas, momento en el que se pueden volver a hacer nuevas incisiones. El caucho crudo no se conserva mucho tiempo perdiendo pronto su consistencia por lo que a menudo es necesario un método llamado vulcanización que consiste en añadir azufre al caucho para darle más elasticidad, impermeabilidad y duración. En la actualidad resulta poco rentable su extracción ya que el caucho sintético es más barato y fácil de obtener.
Otra utilidad de este árbol se halla en sus semillas que tienen un uso artesanal siendo utilizadas para la confección de collares y aretes.

Método tradicional de la extracción
del caucho
Propiedades medicinales:
El látex fresco mezclado en dosis muy reducidas con aceite de ricino ayuda a exterminar las lombrices intestinales.

Plagas y enfermedades:
El árbol del caucho es extremadamente sensible a los parásitos entre los que destacan los Pulgones y los Trips, por lo que es importante mantener la humedad del aire y el abonado en niveles óptimos para hacer más resistente a la planta al ataque de estos insectos. La antracnosis producida por la Glomerella singulata ataca a las hojas más jóvenes provocando su caída prematura.




EL ÁRBOL QUE LLORA
    El primer testimonio sobre la existencia del caucho nos llegó gracias a los escritos del naturalista francés Charles Marie de la Condamine cuando en uno de sus viajes a la Amazonia ecuatoriana observó como los indígenas sacaban una sustancia gomosa de la corteza de unos árboles que utilizaban luego para fabricar pelotas, hacer vasijas o impermeabilizar sus calzados.
Lágrimas de latex
Cuando preguntó a los nativos por el nombre de esta milagrosa sustancia le respondieron en su lengua con una palabra que el naturalista transcribió como "caoutchouc". Cuando se interesó sobre el significado de esta palabra se enteró que venía a querer decir algo así como "árbol que llora". Los indígenas se habían fijado que al hacer los cortes sobre la corteza de estos árboles empezaban a brotar como si de un llanto se tratase las grandes lágrimas de leche blanca que ellos afanosamente recogían.
     En la actualidad en el idioma francés se utiliza aún la palabra "caoutchouc"   para designar esta sustancia de la que derivan las denominaciones en alemán "kautschuc", italiano "caucciù" y en castellano "caucho".