lunes, 21 de marzo de 2011

CASUARINAS

     Yaa...., ya se, me lo dicen mucho. Ya se que mi voz es igualita a la del tío que dobla los documentales del “Neisional Jografic” ese. Pero no soy yo, ...de veras que no soy yo. No es que quiera convencerles de ello, y seguro que no va a ayudar demasiado el relato que quiero contarles con una extraña ave como protagonista..., pero ahí va mi historia.
     Todo comenzó hace unos cuatro años cuando me embarqué como polizón en un gran buque mercante con destino, o eso creía yo, a la bahía de Nueva York. Ya saben, “Bruclin”, “Manjatan”, ...¡la Gran Manzana!. Ya se que no suena bien lo de ir de polizón, pero no crean, no me considero un inmigrante ilegal, sólo soy un aventurero.
     El viaje fue largo y penoso. La fortuna me hizo tener acceso a uno de los contenedores que casualmente transportaba productos “tipical espanis” destinados seguramente a algún restaurante español que tan de moda están por todo el mundo. Así que terminé hasta el gorro de encurtidos y entremeses, de ganchitos y sangría. Por desgracia allí no había jamón, (para esto también hay categorías, seguro que viaja en avión, en primera clase o en clase “Bisnes”).
     Cuando por fin llegamos a puerto, para mi que la “Gran Manzana” se había convertido en el “Gran Tomate”, a juzgar por el intenso color rojo con el que se teñían nuestros rostros producto del calor que hacía en aquel lugar...¡¡en pleno mes de enero!!. Algo fallaba, yo me había preparado con mis mejores prendas de abrigo para prevenir las frías noches neoyorquinas y estaba claro que allí habíamos entrado de lleno en el verano.
     ¡En fin!, de cómo y por qué había llegado a Australia es algo que aún hoy me avergüenza contar. El caso es que tardé varios días en saber en que lugar me encontraba ya que los idiomas, como se habrán podido dar cuenta, no son lo mío. Así llegué a saber que me hallaba en la península del Cabo York, al norte de Queensland (Nueva York..., Cabo York, ...¿entienden el equívoco?).
     Pero volvamos a mi historia y mi encuentro con el pájaro más extraño y aterrador que me haya encontrado jamás. En mi afán de aventura, cierto día me adentré por las zonas más inhóspitas del lugar, en plena selva australiana. Entre la inmensa riqueza fáunica, especies peculiares en su mayoría, me tropecé finalmente con un avechucho de algo menos de metro y medio de altura, de color pardo con amplias rayas negras a lo largo de su cuerpo, de aspecto destartalado y carente de alas. Sin embargo, su comportamiento grato y cautivador me sedujo hasta el punto de intentar camelarle. Se me ocurrió ofrecerle algo de comer buscando algunos pequeños frutos por los alrededores. Sólo le di la espalda un segundo, ¡lo juro!, pero cuando volví la vista de nuevo, mis ojos fueron testigos de una colosal metamorfosis: el simpático pajarraco se había transformado en un ave gigante de dos metros, una especie de monstruo cubierto de una larga melena negra por todo su cuerpo. Le había crecido un cuerno en la frente y su mirada no presagiaba buenas intenciones. Mientras su cabeza se llenaba de los colores de la ira, arrancó a correr hacia mí con sus dos gigantescas patas. Ni que decir tiene que mis pies reaccionaron como un resorte y empezaron a desplazarse en dirección opuesta, al galope, con tal rapidez que a buen seguro batí todos los records de velocidad.

Aspecto del follaje de Casuarina cunninghamiana.
Obsérvese el parecido con el plumaje de algunas
aves como el Casuario.
     Cuando por fin creí haber despistado a la bestia, a esa especie de dinosaurio peludo, paré a descansar y a tomar aliento un instante al pie de un enorme árbol, pues mi huida me había llevado hasta un cercano bosque. Mi corazón ya había recuperado su ritmo normal cuando, al alzar la mirada, todo mi cuerpo se estremeció. ¡No conseguí despistarle!. ¡Allí estaba, el imponente árbol, con su larga melena!, le reconocería en cualquier sitio: había sido testigo de una nueva y formidable transformación.
     Cuando lo conté a la vuelta, algunos quisieron “banalizar” mi experiencia con argumentos tan pobres como la existencia de auténticos árboles cuyas hojas se asemejan a cierto pájaro o aves que atacan al hombre en defensa de sus crías..., pero yo se muy bien lo que vi.
     El caso es que me convertí en una leyenda, los aborígenes del lugar me llamaron “Madman”, que supongo que querrá decir algo así como “el hombre que se enfrentó al pájaro-árbol”. Por cierto, siempre que llego a esta parte de la historia la gente se troncha de la risa. No lo entiendo. ¡No sé que tiene de gracioso!.
He aquí el pájaro mostruoso que perseguía al protagonista de nuestro relato. El Casuario común o Casuario austral (Casuarius Casuarius) está adaptado a la vida terrestre. Los Casuarios machos son los encargados de cuidar a sus crías y a menudo se muestran agresivos con todo lo que consideren amenaza para sus polluelos, incluidos los hombres.
Casuarinas
Las casuarinas son árboles de la familia Casuarinaceae, que agrupa a cerca de un centenar de especies, pertenecientes a cuatro géneros entre los que destaca el género Casuarina. Este género lo forman unas 50 especies, en su mayoría oriundos de Oceanía y sudeste asiático, aunque actualmente extendidas por todo el mundo. Entre las más difundidas se encuentran la Casuarina cunninghamiana y la Casuarina equisetifolia, especies que vamos a conocer a continuación.


Detalle de los frutos de Casuarina cunninghamiana
Casuarina cunninghamiana Miq.
Casuarina, roble de río, pino australiano.

Familia: Casuarinaceae.
Etimología: Su nombre genérico alude al “casuario”, ave corredora de Australia a cuyo plumaje se asemeja. El nombre de la especie lo tomó en honor al botánico inglés del siglo XIX Allan Cunningham, que pasó parte de su vida investigando en Australia.
Lugar de origen: Zona oriental de Australia, (desde Nueva Gales del Sur hasta Queensland, al norte).

Flores de Casuarina cunninghamiana donde también se
puede apreciar el detalle de las ramitas.
Descripción:
Árbol de follaje persistente de copa piramidal que puede superar los 30 metros de altura, (el más grande de su género). El tronco es usualmente erecto, con la corteza densa, áspera y fisurada. Las ramas son erectas con tendencia pendular. Tiene unas ramitas verdes muy delgadas en apariencia de hojas en forma de aguja, mientras que las verdaderas hojas son una especie de escamas que salen de los nudos de esas ramitas a razón de 8 a 10 escamas por nudo. Las flores son unisexuales, las masculinas son poco vistosas de color pardo-rojizo formándose en espigas terminales y las femeninas de color rojo se disponen en amentos cónicos que salen de las axilas de las pequeñas hojas o escamas foliares. Las infrutescencias son de forma globosa de aproximadamente 1 cm de diámetro y están formadas por bractéolas prominentes y aglomeradas. Las semillas anemófilas tienen de 3 a 4 mm de longitud y están provistas de alas para su dispersión.

Casuarina cunninghamiana
Cultivo:
Requiere de exposición preferentemente soleada, sin embargo no es muy exigente con la calidad de los suelos, aceptando tanto terrenos húmedos ricos en nutrientes como secos pobres y arenosos. Tolera las heladas siempre que no superen los -7 ºC aprox. Se multiplica mediante semillas, dejando secar los frutos, no necesitando ningún tratamiento previo.

Utilización:
Como ejemplar aislado o en alineaciones dejando espacio suficiente entre ellos. Muy utilizado como pantalla contra el viento, para estabilizar bancos de ríos así como para prevenir la erosión de los suelos.

Propiedades medicinales:
En su corteza contiene taninos usados como principio activo, por su poder astringente, en el tratamiento de las diarreas. Las raíces se han usado en el tratamiento de los granos faciales.

Plagas y enfermedades:
Son resistentes a todo tipo de plagas aunque puede ser sensible, como cualquier otra planta, a minadores, barrenadores o a hongos tan extendidos como la Armillaria mellea, entre otros. Sin embargo no es una situación habitual.


Rama de Casuarina equisetifolia dónde se puede apreciar
un detalle de sus flores y sus frutos.
Casuarina equisetifolia J.R. Forst.
Casuarina, pino australiano, pino de París, árbol de la tristeza, casuarina cola de caballo.

Familia: Casuarinaceae.
Etimología: De “casuario” (ave corredora de Australia a cuyo plumaje se asemeja). El apelativo específico equisetifolia, que significa “cola de caballo”, se refiere al género herbáceo Equisetum, el cual posee un follaje similar.
Lugar de origen: Australia, Malasia y Polinesia.

Descripción:
Árbol semiperenne de 25 a 30 m de altura, de corteza marrón-grisácea dividida en bandas longitudinales. De copa piramidal y ramaje suelto y péndulo. Ramitas muy delgadas en forma de aguja cubiertas de pequeñas hojas en forma de escamas dispuestas en número de 6 a 8 alrededor de los nudos de estas ramitas. La casuarina es usualmente monoica, con flores femeninas y masculinas separadas, pero apareciendo en el mismo individuo, aunque en algunas áreas, como en la India, la especie es predominantemente dioica. Las masculinas son poco llamativas y están dispuestas en amentos o espigas terminales de hasta 7 cm de largo. Las flores femeninas se disponen en amentos glomerulares. Cada amento está compuesto por flores individuales que poseen un pistilo de 5 mm de largo, un estilo muy corto y dos estigmas de color rojo oscuro, largos y filiformes. Posee frutos globosos similares a piñas, duras y leñosas, de 13 a 20 mm de diámetro que a menudo es más larga que ancha. Cada una de estas falsas piñas consta de 70 a 90 pequeños frutos individuales. Éstos se dividen cada uno en dos bractéolas que se separan liberando una sola semilla (sámara) color café claro.

Aspecto del follaje de la Casuarina equisetifolia
Cultivo:
Requiere lugares cálidos y exposición soleada adaptándose bien al clima templado continental. Su óptimo desarrollo lo alcanza con precipitaciones entre 2000 y 6.000 mm anuales y temperatura media anual de 20 a 35ºC, sin embargo puede aguantar bien la sequía. Prefiere suelos ligeros con ph ácido y poca exigencia de materia orgánica, siendo adecuado para suelos arenosos. No aguanta bien las heladas. Se reproduce mediante semillas cuya siembra se realizará de forma directa en primavera, siendo aconsejable ponerlas en remojo 24 horas antes.

Utilización:
Como ejemplar aislado y para alineaciones tanto en avenidas como en plazas y parques. Es recomendable para formar barreras cortavientos. También es muy útil para controlar la erosión y estabilización de suelos y de riberas. Esta especie se utiliza para producir leña y carbón vegetal debido a su gran poder calorífico.

Propiedades medicinales:
Al igual que la Casuarina cunninghamiana, la Casuarina equisetifolia contiene taninos, compartiendo sus mismos usos medicinales.

Plagas y enfermedades:
Muy resistente a enfermedades específicas y plagas.

Casuarina equisetifolia
Curiosidades:
     Al protagonista de nuestro relato no le faltan razones para haber confundido un árbol con un pájaro. Eso si, seguramente llevaba muchas horas de sol en la cabeza. De hecho las “casuarinas” reciben su nombre porque sus hojas recuerdan en cierta medida al plumaje de unas grandes aves parecidas a avestruces, llamadas “casuarios”. Estas aves, solitarias y algo agresivas, sobre todo cuando se trata de defender a sus crías, se encuentran en el norte de Australia, Nueva Guinea e islas cercanas y están adaptadas a la vida terrestre con piernas bien desarrolladas y fuertes.
     Además de su parecido con el plumaje de los casuarios, las hojas de las casuarinas guardan otra semejanza, en este caso con los pinos, que desde siempre ha generado controversia. De hecho durante muchos años se pensó que era una especie de conífera debido a que se creía que poseía acículas (agujas) en lugar de hojas. Esto unido a la presencia de pequeños frutos con aspecto de conos o piñas y a la forma perfectamente cónica de los árboles ayudó a caer en ese error. Más tarde se descubrió que se trataba de un árbol magnoliófito o angiospermo con flores y frutos verdaderos, y que lo que parecían ser agujas de pino eran en realidad ramitas delgadísimas recubiertas de hojas largas y menudas como pequeñas escamas, apenas perceptibles sin la ayuda de una lupa. El curioso diseño de ramas y hojas en forma de larga cabellera es asimismo responsable, en colaboración con el viento, de un sonido musical característico y cautivador. Esta característica es la causa de que en algunos sitios a las casuarinas se las conozca con el nombre de pinos silbadores. Quizás este sonido desconcertó al protagonista de nuestro relato hasta el punto de concebir su extraña historia del “hombre que se enfrentó al pájaro-árbol”, que por cierto, para el que no lo sepa, no es esta precisamente la traducción más correcta del término inglés “madman”, como creía nuestro personaje en su ignorancia total de los idiomas, sino que viene más bien a expresar algo así como loco, chalado o pirado.