lunes, 10 de enero de 2011

LOS ROBLES: EN BUSCA DEL PLANTABOSQUES.

Entrevista nº 1: ¿El Plantabosques?. Claro que le conozco. ¿Y quién no por aquí?. Es mi padre adoptivo: yo nací de un descuido suyo, o de un olvido a saber si voluntario pues aquel día del que no tengo memoria, me han contado, que le hizo un guiño a la arboleda. Es mi hijo predilecto: toda su vida se desarrolla a mi alrededor ya que raras son las veces que se aventura lejos de la protección que mis innumerables hermanos y yo le proporcionamos. Por lo demás, es omnipresente y bulle incansable por todas partes haciendo imposible el sentimiento de soledad. Nada tiene secretos para él en esta su extensa casa al aire libre. En cualquier rincón, por lejano y apartado que os parezca, allí estará para sorprenderos.


Yo, el roble melojo.



Entrevista nº 2: Es un aguafiestas ese Plantabosques, un auténtico chivato. De verdad que le tengo ganas. No soy precisamente uno de sus colegas así que si lo que se pretende es que se hable bien de él, conmigo, sin duda, os habéis equivocado. ¿Cómo puede uno ganarse la vida honradamente en este bosque sin que continuamente vengan a señalarte con el dedo?. Estoy seguro que ha sido él quien os ha indicado dónde encontrarme precisamente aquí sobre mi rama favorita. Por cierto, que me pilláis trabajando, ¿no habéis notado el vuelo furtivo de un zorzal?. ¡Ah!, cuando le veáis, al Plantabosques me refiero, decidle que estoy deseando echarle las garras encima.


Yo, el azor. 

 Entrevista nº 3 ¿El Plantabosques?, ja, ja, no es su verdadero nombre. Lo de Plantabosques se lo puse yo, ja, ja. A mi también me da por hacer acopio: nueces, bellotas, castañas, avellanas, piñones...¡ay! los piñones, ¡me vuelven loca los piñones¡. Pero recuerdo bien, por la cuenta que me tiene, dónde escondo todas mis despensas, ja, ja..., el invierno es largo y muchos días no apetece salir de mi confortable casa en la vieja piquera del carpintero, ja, ja... En cambio él, si en una mañana ha cogido cien bellotas, las entierra en cien sitios diferentes, así se libra del interés de los saqueadores como ese “bulldozer” al que llamáis jabalí, ja, ja..., pero a veces se le olvida dónde están todas, deliberadamente o no, y la primavera se llena de renovados pimpollos. Es un trabajo impagable, os lo aseguro. Bien se merece luego cobrarse en cerezas, ja, ja.



Yo, la ardilla roja.





El Plantabosques
El Arrendajo (Garrulus glandarius) es el responsable del nacimiento de
 gran cantidad de árboles debido a su constumbre de enterrar las semillas,
especialmente bellotas, para consumirlas posteriormente en la primavera,
olvidando generalmente gran parte de ellas lo que provoca su germinación.
Por ello se ha ganado el apelativo de "el Plantabosques".
Foto: Jorge Sierra ( http://www.jorgesierra.net/ )

Los testigos
La colaboración de los testigos ha resultado indespensable para conseguir hallar a "el Plantabosques".
De izquierda a derecha: Roble melojo (Quercus pyrenaica) Foto: J.L.Robles;
 Azor (Accipiter gentilis y Ardilla roja (Sciurus vulgaris) Foto: Jorge Sierra.

 
Alrededor de 600 especies, distribuidas mayoritariamente por las regiones templadas del Hemisferio Norte, pertenecen al género Quercus, el más numeroso entre los siete géneros que constituyen la familia Fagaceae. México, con unas 125 especies, es el núcleo de mayor difusión mundial de este género, que más modestamente cuenta en Europa con unas 25-30 especies de las que 10 habitan de forma natural en la Península Ibérica.
Hoy nos vamos a centrar exclusivamente en las seis especies caducifolias y marcescentes conocidas como robles y quejigos.


ROBLE CARBALLO
Quercus robur, L.
Roble pedunculado, cajiga.

Descripción:
Árbol de hasta 30-40 m. de altura. Corteza lisa y grisácea en la juventud que con los años se vuelve gruesa y agrietada. Hojas de entre 5-18 cm. de longitud, discoloras, verde-oscuras por el haz y verde-claras o glaucescentes por el envés, glabras, con un pecíolo muy corto de 2 a 10 mm. Las bellotas (aquenios) miden de 2 a 4 cm. siendo lustrosas y de color castaño, se encuentran al extremo de un largo y delgado pedúnculo fructífero.
Habita en el Centro, Oeste y Norte de Europa sobre suelos profundos y frescos, donde formaba originalmente bosques extensísimos que han sido diezmados por siglos de civilización. En la Península es típico de las regiones atlánticas desde Galicia hasta Navarra pero llega incluso hasta el Sistema Central donde se encuentran poblaciones relictas inmersas en un ambiente mediterráneo (subsp. extremadurensis).

Roble carballo (Quercus robur). En el detalle de sus bellotas observese el largo pedúnculo.

ROBLE ALBAR
Quercus petraea (Mattuschka), Liebl.
Barda, roble albero, roble macho, roble matizo, tocorno.

Descripción:
Árbol caducifolio de hasta 35 m. de altura. Corteza cenicienta, luego pardusca y agrietada. Hojas de 5-21 cm. de longitud, discoloras, verde-oscuras y glabras por el haz, más pálidas y algo pubescentes por el envés. Pecíolo de 10 a 30 mm. Bellotas de 12-15 mm. de longitud, amarillentas, muy juntas unas de otras, sésiles o con pedúnculo rígido de hasta 15 mm.
Vive en la Europa atlántica y templada sobre terrenos de peor calidad que el roble carballo. En España ocupa preferentemente zonas abruptas y montañosas, incluso pedregosas, de la región eurosiberiana, alcanzando escasos enclaves en las montañas del centro peninsular, Somosierra, Guadarrama y Sierra de Valdemeca en Cuenca.

Se han descrito dos subespecies: petraea y huguetiana.

Flores y frutos (bellotas) de Roble albar (Quercus petraea) 

Roble pubescente (Quercus humilis).
 Foto: Marta Queralt
ROBLE PUBESCENTE
Quercus humilis, Miller.
Quejigo pirenaico.

Descripción:
Árbol de hasta 20-25 m. de altura. Corteza pardusca o grisácea que termina con la edad siendo negruzca y agrietada. Hojas de 3,5-12 cm. de longitud, membranáceas o subcoriáceas, caducas o marcescentes, tomentosas en las dos caras al principio, tomento que persiste únicamente en el envés en las hojas maduras. Pecíolo tomentoso de 5-15 mm. Bellotas de 10-35 mm. de color castaño claro en el extremo de un pedúnculo rígido de hasta 10 mm.

Habita en el centro y sur de Europa, indiferente al sustrato en ambientes de transición entre el clima templado-atlántico y el mediterráneo. En España ocupa el cuadrante noreste muy ligado a la cordillera pirenaica y también se puede encontrar en la isla de Mallorca.


ROBLE MELOJO
Quercus pyrenaica, Willd.
Marojo, rebollo, tocío, roble negral.

Descripción:
Árbol de hasta 25 m. de corteza grisáceo-pardusca, gruesa y agrietada. Yemas tomentosas. Hojas de entre 5-22 cm. caducas o marcescentes, densamente tomentosas de jóvenes por ambas caras, verdeoscuras y glabrescentes por el haz y tomentosas por el envés cuando son adultas. Pecíolo de 5-30 mm. Bellotas de 15-45 mm. de color castaño con el pedúnculo rígido de hasta 4-5cm.
Originario del O y SO de Francia, Península Ibérica y Marruecos. Forma bosques sobre sustrato silíceo en ambiente subatlántico y en las montañas de la región mediterránea, sustituyendo en altitud a los encinares.

Detelle de bellota y hojas de Roble melojo (Quercus pyrenaica). A la derecha, el centenario "Roble del Acarreadero" situado en el pareje de "El Romanejo" en la localidad de Cabezabellosa, entre los valles del Jerte y  del Ambroz , provincia de Cáceres. Con una edad aprox. de 600 años, alcanza 26 m de altura y 6 m de perímetro.

QUEJIGO
Quercus faginea, Lam.
Quejiga, roble encina, roble carrasqueño.

Descripción:
Árbol de hasta 20 m. de corteza grisáceo-pardusca, más parda y agrietada en los ejemplares adultos. Hojas marcescentes o caducas de entre 3-15 cm. de longitud. Pecíolo de entre 5-20 mm. Bellotas de 15-35 mm. de color castaño-amarillento, sésiles o con un pedúnculo rígido y tomentoso que puede medir hasta 25 mm.
Se reconocen dos subespecies:
-faginea: Árbol de menos de 20 m. de altura. Hojas de 3-9 cm. Forma masas puras sobre sustratos preferentemente calizos en áreas más continentales que la siguiente subespecie.
-broteroi: Árbol más alto con hojas más grandes que la subespecie faginea. Acompaña a encinas, alcornoques o robles sobre terrenos generalmente silíceos.

Quejigo (Quercus faginea)

Quejigo andaluz (Quercus canariensis)
QUEJIGO ANDALUZ
Quercus canariensis, Willd.
Roble andaluz.

Descripción:
Árbol de hasta 30 m. de altura con la corteza pardo-oscura y muy agrietada en los árboles añosos. Hojas marcescentes de 5-20 cm. que nacen densamente tomentosas, tornándose verdeoscuras y glabrescentes por el haz, glaucas y con restos de pelo en la base de la hoja y en las axilas de los nervios por el envés. Pecíolo de entre 10-30 mm. Bellotas de 20-30 mm. castaño-amarillentas con un pedúnculo rígido de 4-15 mm.
Habita en distintos enclaves de la Península Ibérica sobre todo en Andalucía y sur de Portugal, Sierra Morena y Cataluña. Además en el noroeste de África, Marruecos, Argelia y Túnez, siempre sobre suelos silíceos y terrenos frescos.
Contrariamente a lo que indica su nombre específico no vive en las Islas Canarias. Parece ser que se le adjudicó ese nombre al producirse un error de etiquetado cuando se procedía a la descripción de la especie.

REFRANES:
-Un solo golpe no derriba un roble. (Advierte de que las cosas no se consiguen con un pequeño esfuerzo inicial o a la primera tentativa, sino que requieren de constancia, paciencia y diligencia).
-Al roble no le dobles.
-El roble como nace y el pino como cae.

USOS Y CURIOSIDADES
El roble es el árbol de Zeus, el dios de los dioses del Olimpo. Sus extensos bosques pertenecientes a diferentes especies cubrieron la Europa templada y mediterránea hasta tiempos relativamente recientes. Grandes herbívoros como el ya arrinconado bisonte europeo y el extinguido uro, inmortalizados en las pinturas rupestres del Neolítico nomadeaban libres por los vastos territorios de la ecúmene romana. Pero ya el declive del bosque primigenio se había iniciado. Sus ricos y profundos suelos eran perfectos para el desarrollo de la agricultura. La madera de sus árboles, resistente, elástica y duradera, servía para todo: como combustible en forma de leña o carbón vegetal, para la fabricación de muebles, construcción de edificios de todo tipo y, sobre todo, en la construcción naval, desde la época griega hasta finales del siglo XIX en que los barcos, especialmente los destinados a la guerra, dejaron de hacerse con madera. Pero el testigo fue recogido por el ferrocarril, de tal manera que miles de kilómetros de vías férreas y cientos de miles de durmientes o traviesas terminaron por apuntillar a los depauperados y menguados robledales europeos.
Pero los robles han tenido para el hombre otras muchas utilidades. Sus bellotas, convenientemente reducidas a harina y convertidas en pan sirvieron de alimento para las personas hasta bien entrada la Edad Media y aún lo siguen siendo para toda clase de ganados domésticos constituyendo un pienso de calidad excepcional que se consume en montanera.
Su corteza, rica en taninos fue pronto descubierta por la industria del curtido de pieles. Estos taninos además se utilizan en medicina por sus propiedades astringentes.
El vino y el whisky no existirían como los conocemos y nos gustan si no envejecieran en barricas de roble, pues la madera otorga a estos licores aromas y colores distintivos y enriquecedores. Precisamente es la madera de la especie Quercus robur la que se utiliza principalmente para este fin.
Para finalizar, la extraordinaria riqueza micológica de los robledales ha venido a revalorizarlos. El auge culinario de setas que se asocian a las raíces de los árboles como Boletus, Cantharellus, Amanita caesarea, etc, ha hecho que mucha gente vuelva a mirar con buenos ojos a las viejas arboledas de quercineas. Por no hablar del oro negro, ese hongo hipogeo denominado Tuber melanosporum (Trufa negra).

El roble en la Mitología Celta:
No queremos pasar por alto la importancia que los árboles en general y el roble en particular tenían para los pueblos celtas que dominaron gran parte de Europa antes de la expansión romana. Tanto es así que incluso su calendario lunar dedicaba a diferentes especies de árboles y a otras plantas los meses del año. Concretamente el roble se constituye tal vez en el más importante de los árboles al hallarse vinculado a algunos de los ritos y ceremoniales sagrados que llevaban a cabo los druidas (“sacerdotes de los robles”).
El roble, “duir” en gaélico irlandés, que puede traducirse como “puerta” o entrada a otra dimensión dado su carácter divino, representa al séptimo mes del calendario arbóreo casi coincidente con lo que hoy sería el primer mes de verano.
Los celtas creían que el roble proporcionaba seguridad, vigor, valentía y que era portador de energías curativas. Los santuarios druidas estaban ubicados en bosques de robles donde llevaban a cabo rituales como el desmoche del muérdago que crecía parásito en las ramas de estos árboles y que era cortado por los druidas con una hoz de oro.