lunes, 11 de febrero de 2013

MATUSALÉN

     Estas montañas llegaron tarde cuando se procedió al reparto de las lluvias. Aún siendo grandes, pues superan holgadamente los 3.000 metros de altitud, se hallan a sotavento de otras montañas todavía más grandes que, ejerciendo de barrera tiránica, impiden la llegada de los húmedos vientos benefactores procedentes del océano. Aquí, por contra, sólo aire cortante y helador; aquí cumbres inhóspitas y desoladas; aquí, laderas yermas expuestas a la aniquiladora radiación solar y, para mayor escarnio, a sus pies, extenso e implacable, el desierto.
     ¿Quién se atrevería a medrar en tan extremas condiciones?. Con seguridad los líquenes, esa extraña alianza entre un hongo y un alga. Pocas entre las plantas vasculares: algunos terófitos, algún que otro geófito, puede que algún hemicriptófito. ¿Árboles?, verlos para creer...
     Pero los caminos elegidos por la vida resultan ciertamente inescrutables. Contra todos los pronósticos, a más de 3.000 metros de altitud, humilde pero desafiante, en un lugar escondido y secreto, se extiende el mágico bosque de los Matusalenes, los más antiguos monumentos vivos que crecen bajo el sol. 
 
Foto del Dr. Edmund Schulman realizando
 sus estudios sobre la base seca de un pino.
LOS ÁRBOLES MÁS LONGEVOS
     A más de 3.000 metros de altitud, entre tormentas de nieve, gélidos vientos invernales y un implacable sol primaveral, en lo profundo de las White Mountains de California, se yerguen, imponentes, un grupo de árboles peculiares. El doctor Edmund Schulman estudiaba este grupo de pinos (Pinus longaeva), que él consideraba que podían ser los más viejos de Norteamérica, cosa que corroboró en 1957 junto con su colega Tom Harlan, dictaminando que uno de esos pinos tenía 4.789 años (aunque un estudio reciente le concede algunos años más, entre 4.843 y 4.844). A este ejemplar singular le llamaron “Matusalén” (en referencia al personaje bíblico más longevo, que supuestamente llegó a vivir 969 años). Así, este enclave pasó a denominarse “Itinerario de los Matusalenes” o “ruta de los Matusalenes”. Este descubrimiento hizo que algunos grupos conservacionistas de Nevada se fijasen en los pinos de esta misma especie que crecían en su estado. Así un grupo encabezado por Darwin Lambert empezó a estudiarlos bautizando a los ejemplares más destacados con  nombres como Buda, Sócrates o Prometeo. Años más tarde, en 1964, un joven becario llamado Donald R. Currey decidió tomar muestras de estos árboles para la realización de una tesis sobre los glaciales de la zona. Para conocer su edad pidió permiso al Servicio Forestal para talar uno de esos árboles, concretamente aquel al que años antes Lambert había bautizado con el nombre de Prometeo. Inexplicablemente le fue concedido el permiso y así, tras su tala, pudo comprobar que acababa de matar al árbol más viejo del planeta. Prometeo tenía hasta ese momento 4.950 años, más incluso que Matusalén.
     Después de este episodio y tras numerosos movimientos de protesta, el Servicio Forestal decidió proteger estos árboles creando el Parque Nacional de Great Basin. Como medida adicional de protección el enclave exacto de Matusalén se guarda en secreto, pues aunque la zona se abre al público entre los meses de mayo y noviembre, ninguno de los árboles está marcado de forma que sólo los expertos pueden saber quién es Matusalén.
 
Vista panorámica de la "Ruta de los Matusalenes".
Pino longevo (Pinus longaeva)
PINO LONGEVO
Pinus longaeva, D.K.Bailey.
Pino longevo, pino de Great Basin, pino de conos erizados.
Familia: Pinaceae.
Etimología: La palabra “pinus” proviene del latín, que era el nombre con el que conocían a los pinos. La palabra latina “longaeva” significa longevo, anciano, viejo.
Lugar de origen: Altas montañas del suroeste de Estados Unidos.
 
Descripción:
Es un árbol de mediano tamaño que puede alcanzar los 15 metros de altura que posee un tronco extremadamente retorcido (consecuencia de las condiciones extremas en las que vive) de hasta 3 metros y medio de diámetro. La corteza presenta numerosas escamas y es de color anaranjado brillante. Las hojas perennes de hasta 4 cm de largo, tienen forma de aguja (acículas), presentan dos canales de resina, son de color verde oscuro con tonalidades azuladas en la cara externa y pueden persistir hasta 45 años antes de caer. Las piñas (estróbilos) son de forma cilindrico-ovoides de hasta 10 cm de largo por 4 cm de ancho, de color verdoso o púrpura al principio volviéndose ocre-anaranjadas al madurar. Están formadas por escamas con una espina central de más de 2 mm. Estas piñas terminan abriéndose y liberando las pequeñas semillas (piñones) de 5 mm de largo que son dispersadas por el viento o a veces por un ave singular llamado Cascanueces norteamericano o Cascanueces de Clark (Nucifraga columbiana).
 
Estróbilos del Pinus longaeva. A la izquierda fase juvenil de la piña con tonalidades purpúreas. A la derecha fase madura.
     El pino longevo es una de las tres especies a las que se conoce con el nombre de “pino de conos erizados” (bristlecone pines, en inglés) que están fuertemente emparentadas y que tienen características similares. Las otras dos especies son el pino de Colorado (Pinus aristata) y el pino de Balfour (Pinus balfouriana). 
 
Pino de Colorado (Pinus aristata).
PINO DE COLORADO
Pinus aristata, Engelm.
Pino de Colorado, pino de las Montañas Rocosas, pino de conos erizados.
Familia: Pinaceae.
Etimología: La palabra “pinus” proviene del latín, que era el nombre con el que conocían a los pinos. “Aristata” proviene del latín “aristatus” que significa “provisto de aristas”.
Lugar de origen:Montañas Rocosas” en Colorado y norte de Nuevo México.
 
Descripción:
Es un árbol perennifolio que puede llegar a alcanzar los 15 metros de altura y un diámetro de tronco de hasta 1,5 metros. Su corteza es fina y escamosa en la base del tronco, mostrando un coloración de gris a marrón. Las hojas son acículas reunidas en grupos de cinco de color verde oscuro o azul-verdoso. Los conos (piñas) de entre 5 y 10 cm de largo por 3-4 cm de ancho, son de forma ovoide o cilíndrica. Tienen un color púrpura al principio y amarillo brillante al madurar y sus celdas presentan una espina dorsal terminada en punta. Al abrirse liberan unas semillas aladas que se dispersan por el viento o con la ayuda del “cascanueces de Clark”. Estas semillas son pequeñas, de unos 5 mm de largo, pero sus alas puede alcanzar 10-20 mm.
Para diferenciar esta especie de los otros dos pinos de conos erizados debemos fijarnos en sus acículas, pues presentan un solo canal de resina (y no dos) que generalmente queda interrumpido.
 
Detalle de las piñas. A la izq. cono de Pinus aristata, a la derecha cono abierto de Pinus balfouriana.
PINO DE BALFOUR
Pinus balfouriana, Jeffrey.
Pino de Balfour, “Foxtail pine”, pino de conos erizados.
Familia: Pinaceae.
Etimología: La palabra “pinus” proviene del latín, que era el nombre con el que conocían a los pinos. “Balfouriana” en honor al botánico escocés John Hutton Balfour.
Lugar de origen: Endémico de California.
 
Pino de Balfour (Pinus balfouriana).
Descripción:
Es un árbol que puede llegar a alcanzar hasta 30 metros de altura y 2 metros de diámetro de tronco. Sus hojas son acículas reunidas en grupos de cinco, ocasionalmente de cuatro. Son de color verde brillante en la cara exterior y blanquecinas en el interior alcanzando una longitud de 2-4 cm. Son bastante persistentes llegando a permanecer en el árbol hasta 15 años antes de caer. Los conos son de color púrpura oscuro al principio cambiando a pardo rojizo al madurar. Tienen escamas suaves provistas de una espina central de aproximadamente 1 mm, a diferencia del Pinus longaeva cuyas espinas centrales alcanzan más de 2 mm. Al igual que sus parientes sus semillas aladas se dispersan por el viento o con la ayuda del “cascanueces de Clark”.
El Pinus balfouriana tiene dos subespecies diferentes que habitan en zonas separadas: la sub. balfouriana vive en los montes Klamath y la sub. austrina vive en el sur de Sierra Nevada.
 
EL CASCANUECES DE CLARK (Nucifraga columbiana)
     Como genuino representante de la familia de los córvidos, el cascanueces de Clark, especialista en frutos secos, supo aprovechar la oportunidad que le brindaban los pinares que ocupan el escalón subalpino en las gigantescas montañas del oeste de Norteamérica. Porque  estos pinos austeros necesitaban para su difícil supervivencia un aliado que les ayudara en la necesaria dispersión de sus semillas. Así fue como hace millones de años se selló uno de los numerosos pactos entre una especie del reino vegetal y otra del reino animal en la que ambas saldrían beneficiadas. Desde entonces, puntualmente, en la temporada más propicia, la tribu de los cascanueces asciende desde los tupidos bosques de los valles hasta las altas laderas gobernadas por el sol y por el viento. Allí llevan a cabo la cosecha de piñones. Cada ave es capaz de almacenar en unas bolsas junto a su garganta casi un centenar de estas semillas. Una gran parte de ellas corresponde al tributo que los cascanueces reciben por su trabajo. Estos piñones serán almacenados en diferentes escondrijos y servirán de alimento en los días de mayor escasez. Pero un porcentaje nada despreciable de las semillas escondidas pertenecen, según el convenio, a la estirpe de los pinos y acaban germinando y produciendo nuevos pinillos que habrán de incorporarse al bosque milenario auspiciados por sus veteranos parientes.