martes, 8 de junio de 2010

PASIONARIA, LA FLOR DE LA PASIÓN.

     Última parada, la pequeña aldea de Echinguana. Echinguana no figura en los mapas, tampoco aparece en los libros y si preguntas por ella, no obtendrás palabra, ni camino, ni respuesta. Cómo llegó a sus manos ese extraño documento de aspecto ajado y antiguo es aún un misterio para el joven sacerdote Enrique Cortés, jesuita sevillano. Su esfuerzo incansable en la búsqueda de la verdad, es lo que le ha traído hasta aquí desde tan lejos, y su fuerte voluntad la que le permite estar ahora muy cerca de conseguir averiguarlo.
     Tras meses de ardua investigación, ese trozo de pergamino manuscrito con signos de haber sido arrancado y con caracteres escritos en arameo, la lengua de Cristo, le guió hasta esta aldea abandonada cruzando los océanos. Pero, para ser justos, todo el mérito de haber llegado hasta aquí no se lo debe sólo al pergamino, gran parte de su éxito es de Ángel, su experto guía y su “ángel de la guarda”.
     Temprano partieron selva adentro, donde, si su traductor de arameo hizo bien los deberes, el joven jesuita esperaba encontrar una cueva. Tras horas de excursión, ya atardecido, Ángel recomendó hacer una parada para acampar. El lugar era idóneo aunque singular, con esa planta trepadora exótica cubriendo en su totalidad la pared de un pequeño promontorio por donde transcurría una insignificante cascada con tan sólo unos pocos hilos de agua. Ya instalados, absortos en la observación del paraje y sobre todo en la contemplación de esas peculiares flores azules que salpicaban de colorido aquella espesa mata adherida a la roca, les llegó un sobresalto en forma de voz rota que parecía reprenderles por algo, en una lengua que el bisoño jesuita no conseguía entender. Una anciana de aspecto extremadamente longevo seguía increpándoles mientras ellos se miraban atónitos pensando de donde habría salido esa mujer para hallarse en un lugar tan recóndito y abandonado como este. Por suerte, para Ángel las palabras pronunciadas por la vieja resultaban familiares, pues hablaba en un dialecto del quechua llamado huámpuy muy utilizado actualmente por los descendientes de los Incas, como él mismo. Así fue fácil tranquilizar a la anciana nativa, y por fin poder encontrar una explicación a este enigma.
     Más sosegada y confiada, empezó a contarles su secreto que simultáneamente iba traduciendo el guía a su joven jefe y amigo:
     -“Soy Amaco, hija de Serapa, nieta de Eurine, descendientes todas de Eunanchamama, la primera guardiana de la cueva. Mi estirpe ha consagrado la vida al servicio de nuestra señora y maestra Aulema, la “Redentora”. Mi antepasada Eunanchamama tuvo el honor de conocerla hace más de cuarenta generaciones y fue fiel seguidora y divulgadora de sus enseñanzas. La influencia de sus ideas que iban arraigando con fuerza en el pueblo Inca hizo que Aulema empezase a incomodar a los seguidores del dios supremo Viracocha, que temían que terminara implantando su nueva religión. Así el Sumo Sacerdote, el Villac Umu, que disfrutaba de una gran influencia sobre el gobierno del imperio, consiguió apresar a nuestra señora, que terminó siendo condenada, ¡tremenda infamia!, a morir en sacrificio para su dios Viracocha. El camino hasta el cráter del volcán de Ampato, lugar donde habría de arrojarse su cuerpo, fue un verdadero suplicio. Los seguidores del Villac Umu sembraron la senda de esbirros que maltrataron y apedrearon a mi señora hasta los límites del sufrimiento, de tal suerte que al llegar al pie del cráter, la “Redentora”, abandonada y sola, cayó al suelo, sin fuerzas. El cielo quiso en ese momento desatar una descomunal tormenta, como nunca antes se había visto. Todos los presentes, dominados por el pánico, huyeron despavoridos del lugar, dejando sólo el cuerpo sin vida de nuestra señora, ¡gracias al cielo!. Las doce divulgadoras, discípulas de Aulema, recogieron sus restos y los trajeron aquí, hasta esta cueva, la cual se halla enfrente de vosotros, encubierta tras la planta que se erigió en este lugar, donde yació el cuerpo de la “Redentora”. Sus flores son señal de su pasión y su sufrimiento. Nadie ha entrado desde entonces en esta cripta, mi linaje se ha asegurado de ello durante siglos, ¡hasta hoy!. Según lo escrito, llegará el día en que el mundo esté preparado para conocer lo que aquí aconteció, con la llegada de un joven extranjero venido de más allá de los océanos. ¡Creo que ha llegado ese día!”-.
     Dicho esto, la anciana se acercó a la entrada de la cueva y dejó pasar únicamente al párroco, entre la maraña de hojas y enredaderas. Tras encender su linterna de mano se mostró ante sus ojos una estancia de pequeñas dimensiones, sucia y abandonada, llena de telas de araña. En el centro una especie de sarcófago vacío, ... o quizás no tanto. En su interior encontró un trozo de pergamino rasgado. Le recordó a otro viejo trozo de tela que llevaba meses viajando con él. Por un momento le sobresaltó una idea: unió ambos trozos y comprobó, con asombro, que encajaban a la perfección, que en algún momento pertenecieron a un único manuscrito. Lo que en él se transmitía, en esta ocasión, figuraba en la lengua de los Incas. He aquí su traducción:

“Y entonces llegará el día en que Dios envíe a su hijo
a las tierras de Oriente, donde ha de convertirse en el “Salvador”
de las almas de los hombres y las mujeres.
Y ese mismo día, para completar su obra, enviará a su hija
a las tierras de Occidente para que se erija en la “Redentora”
 de los corazones de las mujeres y de los hombres.
Ambos, con su padecimiento y sufrimiento, servirán de ejemplo
 para las generaciones hasta el fin de los tiempos...”

     A bordo de su avión, durante el eterno viaje de vuelta, abstraído en sus pensamientos, Enrique Cortés, párroco jesuita, de profundas creencias religiosas y defensor de la verdad, no hacía otra cosa que acordarse de las palabras de la anciana: “Según lo escrito, llegará el día en que el mundo esté preparado para conocer lo que aquí aconteció...”. Y con estas reflexiones le asaltó la duda: ¿Estará el mundo preparado?.

PASIONARIA
Passiflora caerulea
Pasionaria, Pasiflora, Flor de la pasión, Pasionaria azul.
Familia: Passifloraceae
Lugar de Origen: Brasil y Perú.

Bajo el nombre de Flor de la pasión se engloban más de 500 especies de plantas trepadoras, casi en su totalidad originarias de la América latina y sureste de Estados Unidos. Algunas muy conocidas como la Passiflora edulis famosa por producir los sabrosos frutos de la pasión o Maracuyá. Sin embargo hoy nos centraremos en una especie ornamental muy introducida en el jardín europeo: la Passiflora caerulea.

Descripción:
La pasiflora es una planta sarmentosa y trepadora que utiliza unos zarcillos simples que nacen de sus hojas y que le sirven para sujetarse a otras plantas o a las formaciones del terreno. Es de crecimiento muy rápido, con hojas palmeadas alternas divididas en cinco lóbulos oblongos y enteros. Las flores son del color azul que le confieren sus filamentos pudiendo tomar coloraciones púrpuras, de aspecto muy singular y que nacen de las axilas de las hojas. Suelen ser aromáticas y producen unos frutos en forma de huevo de color naranja, comestible pero insípido. Aunque cada flor permanece abierta sólo dos o tres días, el conjunto de la planta puede estar dando flores durante todo el verano y parte del otoño.

Cultivo: Requiere suelos húmedos, ligeros y fértiles. Clima templado o cálido y exposición soleada. Poda invernal de rebaje después de la floración. Las podas drásticas producen demasiado crecimiento vegetativo y reducen la floración durante 1 ó 2 años. Reproducción mediante esquejes de tres hojas en primavera, en arena y turba colocados en invernadero. También mediante semillas a principios de primavera.

Utilización: Para cubrir verjas y pérgolas o para hacerlas trepar por muros mediante soportes artificiales. También como planta de maceta para decoración de interiores luminosos.

Propiedades: Tiene efectos sedantes del sistema nervioso y cardiaco. Es antiespasmódico gastrointestinal y tiene propiedades miorrelajantes.
Se aplica para reducir la ansiedad, el insomnio, la hipertensión, los trastornos menopáusicos, la taquicardia, la hiper-excitación nerviosa y los dolores espasmódicos intestinales. Es útil en el tratamiento de las úlceras gastro-duodenales y alivia contracturas musculares como la tortícolis y el lumbago.

Curiosidades:
     El nombre de "Flor de la Pasión" se lo pusieron los Jesuitas españoles al ver una semejanza entre los elementos de la flor y diversos instrumentos de la Pasión de Cristo. Cada parte de la flor, desde la hoja hasta el tallo, parecía estar diseñada para este propósito. Enseñaron a los nativos que la hoja era el símbolo de la lanza, y las cinco anteras, las cinco llagas; de este modo, los mexicanos conversos la llamaron Flor de las Cinco Llagas. Los zarcillos eran como los látigos, y la columna del ovario, el pilar de la cruz. Los estambres simbolizaban los martillos y los círculos oscuros del centro de la flor, la corona de espinas. El cáliz representaba el nimbo y las flores blancas denotaban pureza, mientras que las azules, el cielo. Los tres días que dura la vida de la flor significaban que “El Hijo del Hombre estará tres días y tres noches en el hogar de la Tierra”.


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