Estoy acostumbrado a una vida esforzada,
llena de aventuras y no exenta de peligros. Precisamente vengo de robar las
manzanas de oro –empiezo a estar harto ya de los trabajos que me encomienda
Euristeo- del árbol que Gaya, la Tierra, regaló a Hera el día de su boda. Para
ello he tenido que engañar al titán Atlas, padre de las Hespérides, para que
sustrajera para mí las dichosas manzanas. Aunque debo precisar que el engañado
a punto estuve de ser yo, allí dejé, sin embargo, al forzudo atlante soportando
sobre sus hombros la abrumadora carga de su destino.
Tengo que reconocer lo mucho que se
parecen estos árboles de frutos dulces pero embriagadores que crecen en el bien cuidado jardín que las “Hijas del
Atarceder” tienen en los confines del mundo a aquellos otros árboles que en el
oriente formaban el pequeño bosquecillo donde colgada de una rama nuestro
líder, Jasón, encontró la piel del célebre carnero alado Crisomalo, el famoso
“Vellocino de Oro”. Sí, porque apenas un desconocido en el olimpo de los
dioses, yo, hijo de Zeus, estuve entre los héroes escogidos que viajaron con
Jasón en la mítica epopeya a bordo de la nave Argo rumbo a la Cólquida, el país
del rey Eetes y de su bella hija, la hechicera Medea. Aquella odisea inolvidable,
que nada tiene que envidiar a otras con mayor e injusto renombre, me sirvió
para curtirme como héroe legendario mientras me preparaba física y mentalmente
para mis futuras hazañas. Sí, ya se que dicen las malas lenguas que yo sólo
formé parte de la expedición de los Argonautas únicamente en sus comienzos pero
no es más que un rumor injurioso lanzado por mis enemigos para desacreditarme.
Pero no divaguemos. Volviendo al asunto
de estas manzanas, nada se ha dicho acerca de cuantas de ellas debo entregar a
mi primo Euristeo, digo yo que por comerme una o dos tampoco se va a acabar el
mundo; es que son un poco espiritosas, ¿saben?.
Ahora debo emprender sin más demora el
último y más difícil de mis trabajos: capturar con mis propias manos a Cerbero,
el perro de tres cabezas que custodia la entrada al Hades, lo que me recuerda
que tengo que buscar a mi viejo amigo Orfeo, el único hasta el momento que ha
conseguido salir con vida del subterráneo mundo de los muertos.
¿Manzano
o madroño?
El héroe griego Heracles, al que
posteriormente los romanos llamaron Hércules, con cuyo nombre se extendió su
fama por todo el mundo, nos contaba en este relato su incidente con unas
manzanas, frutos robados del célebre “árbol de las manzanas de oro” en el jardín
de las Hespérides. Como la mitología griega no deja claro que este árbol fuera
un manzano, algunos consideran que en realidad podía tratarse de una especie de
madroño, concretamente del Madroño canario (Arbutus canariensis), y sus
frutos dorados los de este singular árbol endémico de las islas canarias.
Más tarde, en nuestra sección de
curiosidades, hablaremos de las andanzas de Hércules y su aventura con las
manzanas doradas, pero a continuación vamos a conocer un poco más a este
peculiar madroño y de paso también a otras especies del mismo género.
Ya hablamos del madroño común (Arbutus unedo) en una
entrada anterior (en el continente americano lo conoceréis con nombres como
camarón, sálamo, alazano, harino o urraca), así que en esta ocasión nos
centraremos en “los otros madroños”:
Arbutus
canariensis Veill.
Madroño canario.
Familia:
Ericaceae.
Etimología: Arbutus
es el nombre latino del madroño, palabra que quizás fuera tomada del celta Arbois
(áspero, rudo). Canariensis viene del latín canarinesis-e
que significa “procedente de las Islas Canarias”.
Lugar
de origen: Es endémico del
archipiélago canario.
Descripción:
Árbol
perennifolio, en ocasiones de porte arbustivo, que puede alcanzar una altura de
hasta 10 metros. Tiene la corteza de color pardo-rojiza, es muy lisa y tiende a
desprenderse en escamas. Sus hojas son subcoriáceas de forma
oblongo-lanceoladas, aserradas y de 8 a 15 cm de longitud. Son de color verde
oscuro por el haz y más claras por el envés. Tienen ligera pilosidad en el
pecíolo. Las flores son hermafroditas y tienen aspecto de pequeñas campanitas
pendulares de un color blanco-verdoso muy pálido con tonos rosáceos y se
presentan en panículas terminales. Los frutos son bayas de forma más o menos
esférica con la superficie granulosa, de 2 a 4 cm. de diámetro y de color
anaranjado. Son comestibles aunque espiritosos cuando están muy maduros, por lo
que si se comen demasiados pueden llegar a embriagar. Dentro de su pulpa están
contenidas las diminutas semillas.
En su hábitat
natural se le suele encontrar en las comunidades de laurisilva y por tanto
comparte las condiciones especiales de cultivo que ello requiere: suelos
fértiles y húmedos y exposición semisombreada. Se puede reproducir por esquejes
además de por semillas que se pueden recoger en octubre o noviembre cuando los
frutos caen al suelo. La época de siembra puede ser en primavera o en otoño.
Utilización:
Los guanches lo
utilizaban para el consumo de sus frutos. En jardinería no está muy representada,
pudiéndose utilizar tanto de ejemplar aislado como en formación de setos.
Propiedades
medicinales:
Tiene propiedades
astringentes y se usa como antiséptico y antiinflamatorio. Las hojas y la
corteza se usan para combatir las infecciones urinarias, cistitis, cálculos y
cólicos renales. La corteza es rica en taninos por lo que se ha usado como
curtiente.
A la izquierda, flores de Madroño Canario. A la derecha, detalle de las hojas. |
Arbutus
andrachne, L.
Madroño oriental,
Madroño de Grecia, Madroño de Chipre.
Familia:
Ericaceae.
Etimología: Arbutus
es el nombre latino del madroño, palabra que quizás fuera tomada del celta Arbois
(áspero, rudo). Andrachne es el nombre antiguo con el que se
conocía esta especie.
Lugar
de origen: Nativo de
Grecia, Mediterráneo oriental y Asia menor.
Descripción:
Este madroño es
un arbusto de madera dura y granulosa que en ocasiones se presenta con el porte
de un pequeño árbol que puede alcanzar los 8 metros de altura. Posee un corteza
rojiza que se divide en láminas o escamas. Sus hojas, de entre 5 y 10 cm. de
longitud, son oblongas, de textura coriácea o subcoriácea con los márgenes
aserrados o enteros. Son de color verde oscuro por el haz y algo más claro por
el envés. Las flores son hermafroditas, florecen en otoño, son de color blanco
y están distribuidas en panículas erectas. Los frutos son globosos, de 1 a 1,5
cm de diámetro con la superficie granulada y de color rojizo-anaranjado,
conteniendo en su interior un número indeterminado de semillas de pequeño
tamaño. Estos frutos son comestibles, de sabor dulce y con un pequeño contenido
etílico.
Cultivo:
Necesita una
exposición soleada o media sombra. Prefiere el clima mediterráneo y es
tolerante al frío. Se adapta bien a cualquier tipo de suelo excepto los
calcáreos. Prefiere, sin embargo suelos profundos, fértiles y bien drenados. Tolera
bastante bien la sequía, no así los transplantes. No es habitual la
reproducción por esquejes debido a su dificultad, por ello se suele reproducir
generalmente mediante semillas.
Utilización:
Tradicionalmente
se ha cultivado en sus lugares de origen por sus frutos, utilizándose también
para la elaboración de mermeladas y bebidas alcohólicas obtenidas por la
fermentación de estos frutos. Asimismo es valorado por la calidad y dureza de
su madera. En el plano ornamental se utiliza para la formación de setos y
cercas.
Propiedades
medicinales:
Se utiliza en
homeopatía para tratar los eczemas, el lumbago o los transtornos vesicales.
Tiene propiedades astringentes.
A la izquierda, flores de Arbutus andrachne. A la derecha, detalle de sus hojas. |
Arbutus
menziesii, Pursh.
Madroño
americano, Madroño del Pacífico, Madroña, Madroño de las Montañas Rocosas.
Familia:
Ericaceae.
Etimología: Arbutus
es el nombre latino del madroño, palabra que quizás fuera tomada del celta Arbois
(áspero, rudo). Menziesii en honor del botánico británico
Archibald Menzies.
Lugar
de origen: Costa occidental
de norteamérica.
Descripción:
Árbol
perennifolio o arbusto de gran tamaño que llega a alcanzar los 15 metros de
altura. De corteza lisa de la que se desprenden láminas, de color pardo-rojiza,
más oscura y fisurada con la edad. Las hojas son persistentes, alternas,
simples y de forma elíptica, generalmente enteras aunque en ocasiones presentan
los bordes aserrados. Tienen el haz de color verde oscuro brillante y el envés
más claro y azulado. Las flores son pequeñas y blancas o a veces teñidas de
rosa, tienen forma acampanada y se presentan erguidas en grandes
inflorescencias erectas en el extremo de los brotes, a finales de la primavera.
El fruto es una baya más o menos esférica de color anaranjado a rojo bastante
áspera y verrugosa de 1 o 2 cm. de diámetro. Al igual que en otros madroños los
frutos son comestibles en pequeñas cantidades por su contenido de alcohol.
Cultivo:
Crece bien a
pleno sol o semisombra, aceptando cualquier tipo de suelo ya sean arcillosos,
ácidos, bien drenados o secos. En su hábitat natural crece en laderas húmedas y
arboladas, acantilados y rocas costeras. Se reproducen generalmente mediante
semillas que llevarán un previo proceso de estratificación. También se pueden
propagar, aunque con mayor dificultad, mediante esquejes o acodado. Es muy
delicado para los transplantes, no así para las podas.
Utilización:
Su madera es
utilizada en revestimientos y molduras para interiores. También para la
fabricación de carbón vegetal. En el plano ornamental, se puede utilizar como ejemplar
aislado en la creación de jardines o en la formación de setos.
Propiedades
medicinales:
La decocción de
las hojas y la corteza secas se utiliza en caso de afecciones urinarias o
diarreas. También se usa como antiséptico y antiinflamatorio, baja el
colesterol, regula los niveles de azúcar y se usa como depurativo de la sangre.
A la izquierda, flores de Arbutus menziesii. A la derecha, detalle de sus hojas. |
Refranero:
-Cuando el erizo
se carga de madroños, entrado está el otoño.
-No aliño como el
ajo, ni palo como el madroño.
CURIOSIDADES:
Existe una
mariposa de la familia Nymphalidae cuya existencia está profundamente
ligada al madroño, ya que en su estado larvario se alimentan en exclusiva de
las hojas de este árbol. Por ello se la conoce con el nombre de “mariposa del
madroño” (Charaxes jasius). Es la mariposa diurna de mayor tamaño que se
encuentra en Europa y sin duda una de las más hermosas. La puesta de los huevos
se realiza igualmente sobre las hojas del madroño, dispersas sobre la planta.
Al salir del huevo, la pequeña oruguita empieza a engullir con sus potentes
mandíbulas el borde de las hojas para después de varias mudas y una vez
superado miles de veces su peso inicial convertirse en una oruga gigante de
color verde fluorescente con una línea amarilla en ambos costados a lo largo de
todo su cuerpo y con una gran cabeza coronada con cuatro cuernos dirigidos
hacia atrás. Tras su transformación en crisálida pegada a una de las ramas del
madroño, terminará su metamorfosis convirtiéndose en una espectacular mariposa
diseñada con figuras geométricas a modo de damero a base de naranjas, marrones,
negros y blancos. Abandonará por fin el árbol que la vio nacer, al que sólo
volverá para cerrar el ciclo de la vida
con una nueva puesta de huevos.
Vistas del reverso y el anverso de la Mariposa del Madroño (Charaxes jasius). |
Para una mejor
interpretación de nuestro relato inicial, vamos a intentar situarnos en escena
conociendo antes un poco la leyenda de Heracles (Hércules) según nos la
cuenta la mitología griega:
Hércules era hijo
del dios Zeus y la humana Alcmena, heredando de su padre su fuerza prodigiosa.
Hera, la celosa esposa de Zeus, mostró siempre su animadversión hacia el
pequeño Hércules, poniéndole a prueba en numerosas ocasiones, hasta que en una
de ellas vertió un veneno en la copa del joven Hércules que le hizo entrar en
un estado de locura bajo el cual mató a su mujer y a sus propios hijos
confundiéndolos con enemigos. Zeus, al enterarse de lo ocurrido obligó a Hera
que le devolviera la razón, pero Hércules sin embargo no se libró del castigo
por matar a su familia y fue obligado a servir de esclavo durante doce años
para su primo Euristeo, rey de Micenas. Éste quería quitárselo de encima, y
para ello se le ocurrió mandarle una serie de misiones. Misiones que la
mitología recoge con el nombre de los 12 trabajos de Hércules.
En el primer trabajo Euristeo le ordenó
que diera muerte al león de Nemea, una fiera que de día se escondía y por la
noche mataba a quién se cruzara en su camino. Como las armas que llevaba no
eran efectivas por la dureza de la piel de la bestia, Hércules cogió al león
por las patas dándole porrazos contra la pared para terminar estrangulándole,
sacándole finalmente la piel para usarla como coraza.
En el segundo trabajo debía matar a la
hidra de Lerna, un monstruo de siete cabezas (una de ellas de oro), cuerpo de
serpiente y garras de león. Durante la lucha Hércules iba cortando una a una
las cabezas que a su vez se iban regenerando y cuya sangre al contacto con el
suelo se convertía en escorpiones y serpientes. Entonces Hércules ideó una
estrategia: con los tizones llameantes del incendio de un bosque cercano iba
sellando las heridas abiertas en el cuello de la bestia para que no volvieran a
regenerarse, hasta que quedó sólo la cabeza de oro la cual cortó y enterró bajo
una gran piedra para que no volviera a retoñar.
"El jardín de las Hespérides" de Sir Frederick Leighton, 1892. En la ilustración se representan las Hespérides bajo el "Árbol de las manzanas de oro". |
Así llegamos al undécimo y penúltimo
trabajo, en el que tenía encomendado robar las manzanas de oro del Jardín de
las Hespérides. Estas manzanas pertenecían a Hera y tenían la propiedad de
otorgar la inmortalidad. La diosa había plantado el árbol en un jardín divino
en la ladera del monte Atlas, donde las Hespérides se encargaban de su cuidado
y donde Ladón, un dragón de tres cabezas se encargaba de custodiarlo. Hércules
tuvo que superar numerosos peligros antes de conseguir encontrar el jardín. Una
vez allí y siguiendo el consejo de Prometeo, le pidió al titán Atlas que
cogiese las manzanas mientras él sujetaba la bóveda terrestre en su lugar. El
gigante, cansado de sostener el peso del mundo durante tanto tiempo aceptó el
acuerdo. Cuando tuvo las manzanas, le dijo a Hércules que el mismo las llevaría
a Micenas. Hércules se mostró de acuerdo pero le pidió al titán que sujetase
durante un momento la bóveda mientras el se colocaba una almohada para estar
más cómodo. Cuando el cándido Atlas tomó de nuevo el peso sobre sus hombros,
Hércules cogió las manzanas y echó a correr. Al entregar las manzanas a
Euristeo, éste le dijo que provocaría la cólera de los dioses y las rechazó.
Entonces Hércules se las entregó a Atenea, que las volvió a poner donde
estaban.
Hércules controlando al can Cerbero. |
¡Que bonita! es esta parte de la mitología, hasta me hizo reír. Al igual es interesante conocer acerca de los mardroños, esa mariposa tan espectacular y preciosa, gracias amigo por deleitarnos e involucrarnos.
ResponderEliminarHasta pronto.
Deliciosas explicaciones tanto como los frutos de los que nos hablas. Me encanta ese tono mitologico con el que lo vas envolviendo todo.
ResponderEliminarMagnifico trabajo. Saludos.
Bonita entrada! Felicidades por el blog. Saludos.
ResponderEliminarEstas palabras mensajeras a traves de las distancias, deseo lleguen a ti y seres queridos , portadoras de cariño y energias de BienEstar:
ResponderEliminarQue tú corazón esté ligero y tus bolsillos pesados.
Que la Buena suerte te persiga.
Que cada día y cada noche tengas muros contra el viento, y un techo para la lluvia.
Que tengas alimento junto a la fogata y, risas para consolarte.
Que aquellos a quienes amas estén cerca de ti,
Y........todo lo que tú corazón desee!
.
FELIZ NOCHEBUENA...FELIZ NAVIDAD!!!
.
Abuela Cyber