Se acerca el fin. Pocos días ha de tardar mi gran enemiga, Roma, en extender su poder hasta éste, el último escondite de mi ya largo exilio, aquí en Bitinia. Todo está decidido, cuando lleguen no encontrarán otra cosa más que el cadáver de un hombre, un hombre que fue capaz él sólo de infundir durante años el mayor de los temores en el corazón de los romanos. Pero no es este el momento de hablar de mí, sino de mi gran rival, mi “alter ego” como diría él, el único general que puede vanagloriarse de haberme derrotado en el campo de batalla: Publio Cornelio Escipión, que recibiría el sobrenombre de “Africanus” tras su victoria en las llanuras de Zama a las puertas mismas de mi ciudad natal, Cartago. No, no le considero mi enemigo, debo insistir, sino mi igual. Mi único enemigo, como he dicho antes, ha sido siempre Roma. Hasta cuatro cónsules dieron la vida por su ciudad enfrentándose a mi poderoso ejército –aún conservo en mi mano derecha los anillos consulares de Cayo Flaminio y de Claudio Marcelo–. Fueron hombres valientes y se les trató tras su muerte con el respeto y honor que merecían. No puedo decir lo mismo de Quinto Fabio Máximo, el viejo senador que manejaba los hilos del poder en Roma que mandó arrojar sobre mi campamento la cabeza de mi amado hermano Asdrúbal, muerto junto al río Metauro cuando acudía con refuerzos para mi campaña de Italia. Mi maldición le alcanzó, sin embargo, pues hice pagar su afrenta arrebatándole la vida de su único hijo.
Tras el término de la II Guerra Romana en aquel, para nosotros, triste otoño que significó el principio de la decadencia de QartHadast, Escipión regresó a Roma para la celebración de su triunfo. Imagino la vieja ciudad desperezándose lentamente, sus ciudadanos exultantes de alegría preparándose para asistir, quizá, al día de mayor felicidad colectiva en los anales de su historia, las legiones formadas en el Campo de Marte con sus estandartes, su botín de guerra y al victorioso general bajo el arco de la puerta triunfal sobre su engalanado carro de guerra, la faz pintada de rojo, en la cabeza una corona de laurel y cubierto su cuerpo con la “toga picta”, la indumentaria reservada sólo a los triunfadores.
Dejo de pensar. Hace unos meses me llegaron noticias de que también a él, como a mi en el pasado, su ciudad le había traicionado, obligándole a un exilio forzoso aunque dorado en su lujosa villa de la Campania en el sur de Italia. Sé también que tanta ingratitud ha contribuido decididamente al agravamiento de su ya de por si inestable salud. Puede que pronto nuestros dioses respectivos nos hagan coincidir en el Averno.
De romanos..., de túnicas, tintes, cochinillas, arbustos y otras hierbas.
Las vidas de Escipión “el Africano” y el cronista de nuestro relato, Aníbal, tuvieron un curioso paralelismo hasta el punto de que ambos fallecieron en sus respectivos exilios de Liternum y Bitinia en el mismo año, 183 a.C. Imaginándose la entrada triunfal de Escipión en Roma, Aníbal nos relataba como iría vestido con la Toga Picta o Toga Triumphalis que aunque fue usada durante la Monarquía por los reyes de Roma, durante la República sólo podía llevarla el vencedor mientras celebraba su triunfo. Esta toga era toda de púrpura con bordados de oro. Para conseguir este color característico en prendas como la propia Toga Picta o el Paludamentum (capa púrpura de los cónsules, también usada por los comandantes militares), en esa época se utilizaban tintes extraídos de los ejemplares hembras de ciertas cochinillas, tratándolas con vinagre para posteriormente extenderlas al sol para así poder matarlas antes de que sus huevos se desarrollen y obtener su valioso pigmento. Aunque con posterioridad el tinte rojo por excelencia se ha venido extrayendo de la “cochinilla grana” (Dactylopius opuntiae o Dactylopius coccus), que se alimentaba casi en exclusiva de una planta procedente de México, la Chumbera (Opuntia ficus-indica), no fue hasta 1523 cuando se realizó la primera exportación de esta cochinilla a Europa, respondiendo a una petición expresa que el Rey Carlos V hizo a Hernán Cortés, quién le contó la existencia de un "tinte especial", más oscuro y más duradero. Muchos años antes los romanos para conseguir los tan valorados colores púrpuras de sus vestimentas se tenían que conformar con otros tintes más difíciles de conseguir como “la púrpura de Tiro” que extraían de un pequeño molusco cuya población fue prácticamente exterminada y sobre todo el colorante “carmesí” que extraían de una cochinilla llamada Quermes (Kermococcus vermilio, antiguamente Kermes vermilio, Kermes ilicis o Coccus ilicis) que podía encontrarse en algunas plantas del género Quercus especialmente en un arbusto típicamente mediterráneo, la Coscoja (Quercus coccifera). Llegados a ese punto y ya que nuestro blog está dedicado a las especies vegetales, ¿que os parece si conocemos un poco más a este arbusto? ¡la Coscoja!.
Detalle de las flores masculinas (amentos) de la coscoja. |
COSCOJA
Quercus coccifera, L
Coscoja, Carrasquilla, Chaparro, Matarrubia.
Familia: Fagaceae.
Etimología: El nombre científico coccifera viene del latín coccum (cochinilla) y fero (verbo latino que significa “llevar”). Así coccifera significaría “que lleva cochinillas”.
Lugar de origen: Región mediterránea, especialmente en su parte occidental.
Descripción:
Arbusto perennifolio de 2-3 m. de altura que se ramifica desde la base y cuya corteza es lisa y de color grisáceo. Sus hojas de 2-4 cm de longitud son ovaladas, simples, alternas, de textura coriácea y margen espinoso. Aunque las hojas nuevas son algo pilosas, con el tiempo se vuelven lampiñas por ambas caras adquiriendo un color verde brillante. Las flores masculinas y femeninas se encuentran en la misma planta. Las masculinas se disponen en amentos ramificados, son de tamaño muy pequeño y contienen de 4-10 estambres. Las femeninas están dentro de una cúpula, son solitarias y con el pistilo dividido en 3 estigmas. Suelen florecer de marzo a mayo. El fruto es una bellota de sabor amargo y con una caperuza o cúpula escamosa con aspecto espinoso. Maduran a finales del verano o en el otoño del siguiente año.
Cultivo:
La coscoja es una especie de clima seco o semiárido, capaz de soportar temperaturas altas. Prefiere por tanto exposición soleada. Sin predilección por ningún suelo en concreto, parece tener preferencia por los calizos, aguantando sin embargo también en suelos silíceos. Puede vivir en terrenos secos y pedregosos siendo habitual verlos formar parte de los matorrales que han ido sustituyendo a los encinares. Se reproduce a partir de la bellota.
Bellota de la coscoja. |
Utilización:
Como ya hemos hablado anteriormente, una de las más importantes aportaciones de la coscoja es debida a su utilidad para la fabricación del “colorante carmesí” extraído de las agallas provocadas en las hojas por el hemíptero Kermococcus vermilio, sin embargo es menos conocido que de su corteza se saca otro tinte utilizado para teñir de negro la lana. También la corteza era utilizada para el curtido de pieles. Su madera, aunque de buena calidad, debido a sus escasas dimensiones no se utilizado salvo para leña y para fabricar un excelente carbón. Sus bellotas, aunque no tan utilizadas como las de su pariente la encina debido a su sabor amargo, eran destinadas para la alimentación del ganado, especialmente el porcino.
Propiedades medicinales:
La coscoja posee numerosos usos medicinales tanto internos como externos. Se ha empleado principalmente por su poder astringente debido a su alto contenido de taninos. Mediante la decocción de la corteza se obtiene un excelente remedio para la diarrea y para mejorar los síntomas de la incontinencia urinaria. Utilizando esta misma decocción pero de forma externa se pueden aliviar tanto hemorroides como sabañones. Antiguamente se elaboraba un curioso remedio contra la disentería llamado “vino de coscoja” fabricado a base de corteza molida de este arbusto macerado en vino tinto, al que se le añadía unos gramos de ácido clorhídrico puro.
También tiene propiedades anti-inflamatorias, antisépticas, febrífugas y se muestra como un efectivo tónico.
Plagas y enfermedades:
La plaga más característica ya la venimos mencionado a lo largo de todo el escrito, el ataque de la cochinilla Quermes. Si bien los humanos sacamos un beneficio de esta circunstancia por la extracción de su valioso tinte, sin embargo la coscoja obviamente se ve debilitada en su correcto crecimiento cuando los ataques de estos hemípteros son masivos. Además, la coscoja también puede sufrir enfermedades producidas por hongos como el oidio o protistas como la Phytophthora en condiciones de humedad excesiva.
Quercus coccifera. Aspecto general del arbusto |
Buena reseña de un poco de historia de Roma, me gusto mucho. Por otra parte no conocía la Coscoja, que mejor manera de relacionarla con la historia y la forma de vestir de los personajes de esa época, así para mi es más fácil de recordar.
ResponderEliminarSe lo agradezco mucho, un abrazo.
guaaa!! me encanta el blog, tan bonitas y tan necesarias para la vida
ResponderEliminarmuy lindo gracias por todo algo k no sabia ... me encanto saber k ahi gente k cuida las plantas , arbustos , etc... se los agradesco yo aki de santiago de chile cuido mis plantas, junto con mi hija y mi marido ... nos facusnan las plantas ...
ResponderEliminarPD: !! GRACIAS ¡¡