viernes, 27 de junio de 2014

EL ÁRBOL QUE LLORA

     Esclavo, no te quejes de las fatigas; preso, no te duelas de tu prisión; ignoráis la tortura de vagar sueltos en una cárcel como la selva, cuyas bóvedas verdes tienen por fosos ríos inmensos. ¡No sabéis el suplicio de las penumbras, viendo el sol que ilumina la playa opuesta, a donde nunca lograremos  ir! ¡La cadena que muerde vuestros tobillos es más piadosa que las sanguijuelas de estos pantanos; el carcelero que os atormenta no es tan adusto como estos árboles, que nos vigilan sin hablar!. Mientras le ciño al tronco goteante el tallo acanalado del caraná, para que corra hacia la tazuela su llanto trágico, la nube de mosquitos que lo defiende  chupa mi sangre y el vaho de los bosques nubla mis ojos.     ¡Así, el árbol y yo, con tormento vario, somos lacrimatorios ante la muerte y nos combatiremos hasta sucumbir!.

                                                                                             José Eustasio Rivera
                                                                                             "La vorágine"


En esta obra, el joven artista amazónico Brus Rubio
 ha sabido representar como nadie los excesos
 cometidos contra la población indígena por parte
de las empresas caucheras.
EL GENOCIDIO DE LAS CAUCHERÍAS DEL PUTUMAYO
     Cuando la codicia humana se instaló en el Paraíso necesitó apenas veinte años para perpetrar un exterminio. Hasta entonces, hombres y mujeres tan puros vivían en tal armonía con la tierra que el mismo Dios no quiso que ningún Evangelio los corrompiera. Andoques, huitotos, boras, ocaimas, nonuyas, rezígaros, muinames, adanes y evas en el Edén ancestral leían en el libro sagrado de la selva mientras eran bendecidos por la sabiduría heredada de mil generaciones de antepasados.
     Pero en el llamado mundo civilizado, a caballo entre los siglos XIX y XX, el descubrimiento del petróleo como fuente de energía y la forma de extraerlo de las entrañas de la tierra, inició un vertiginoso e imparable proceso industrial y tecnológico. El motor de combustión sustituyó a los primeros carros de vapor dando un decisivo impulso al desarrollo de la industria del automóvil. Asimismo, la vulcanización del caucho, descubierta supuestamente por Charles Goodyear (si bien los indios de mesoamérica ya conocían sobradamente este proceso), incorporó rápidamente este producto de origen natural a la fabricación masiva de ruedas, hechas primero de goma maciza, hasta que a finales del siglo XIX el escocés Dunlop inventó las ruedas neumáticas. La gran demanda consiguiente desató la codicia que condujo a la barbarie.
     Pero los árboles del caucho habitaban dispersos por la Amazonía y las caucherías hubieron de extenderse por la selva a través de las venas de sus grandes ríos llegando hasta los últimos y más escondidos de sus rincones.
     Fue así como la empresa cauchera que explotó las riquezas naturales de la vasta región del río Putumayo, que contaba entre sus accionistas con algunas de las más "respetables" personalidades del Imperio Británico, ejerciendo el infame poder de la fuerza llevó a cabo el genocidio silencioso y sistemático de las tribus que un día habitaron en el Paraíso.
     Esta empresa que esclavizaba a la población indígena subsistió hasta la década de 1930. No sirvió de nada que José Eustasio Rivera lo denunciara en su libro "la vorágine" pero al menos dejó constancia de lo que allí sucedía. 


Hojas trifoliadas del Árbol del caucho Hevea brasiliensis
ÁRBOL DEL CAUCHO
Hevea brasiliensis, (Willd. ex A.Juss.) Müll.Arg.
Árbol del caucho, árbol sangrado, siringa, seringueira.
Familia: Euphorbiaceae.
Etimología: La palabra con la que se designa el género "Hevea" tiene su origen en el nombre vernáculo con el que se conocía en la Guayana Francesa a su especie autóctona la Hevea guianensis. El nombre latino "brasiliensis" con el que se designa a esta especie significa originario de Brasil.
Lugar de origen: Originario de la cuenca hidrográfica del río Amazonas.

Panícula floral y detalle de las pequeñas flores.
Descripción:
El árbol del caucho es un árbol de porte cónico y poco denso que puede alcanzar 20 a 40 m de altura. Su tronco es recto y cilíndrico con la corteza bastante fisurada. Es de color beige muy claro y su madera es blanca y liviana. Sus hojas son compuestas, ligeramente coriáceas, trifoliadas, distribuidas de forma alterna, de aproximadamente 16 cm de longitud. Durante la estación seca deja caer parcialmente las hojas, antes de lo cual se tornan de color rojizo. Es un árbol monoico con flores  pequeñas y reunidas en amplias panículas. Carecen de pétalos, tienen el cáliz amarillo y son aromáticas. Las flores femeninas son más grandes que las masculinas, con un pistilo bien visible y se disponen en la parte terminal de las inflorescencias. Las masculinas son más numerosas, con anteras centrales y colocadas en la base de estas inflorescencias. Produce los frutos desde los 4 años, cada uno de los cuales es una gran cápsula dividida en tres lóbulos, mide unos 5-7 cm de diámetro y están sujetos a la planta por largos pedúnculos. Estos frutos son verdes aunque al madurar adquieren tonos marrones. Cada fruto contiene tres semillas ricas en aceite, son brillantes y con manchas marrones muy vistosas lo que las hace muy ornamentales.

Fruto del árbol del caucho
Cultivo:
Para crecer óptimamente precisa temperaturas elevadas y precipitaciones abundantes de forma constante. No tolera el frío ni las heladas pues por debajo de los 20 ºC se detiene el desarrollo vegetativo y por debajo de 15 ºC se producen daños graves. Como hemos dicho necesita una gran cantidad de agua para sobrevivir tolerando los encharcamientos siempre que no sean demasiado prolongados. Necesita asimismo humedad ambiental. Requiere de suelos ricos en nutrientes y ácidos (pH entre 5 y 6) no tolerando los suelos calizos. Sí puede prosperar en suelos arcillosos siempre que se instalen sistemas de drenaje eficientes para evitar la pudrición radicular. Precisa gran cantidad de luz por lo que su emplazamiento ideal es a pleno sol pero intentando que pueda tener sombra en las horas centrales del día para evitar que se quemen sus hojas. Por otro lado, si el árbol permanece excesivamente sombreado dará más hojas y más grandes pero no florecerá.
La forma de propagación de este árbol es mediante semillas utilizando posteriormente injertos si se quieren obtener los caracteres comerciales mas interesantes. Las semillas se deben recolectar tan pronto como el fruto comience a abrirse y sembrarse inmediatamente ya que pasado un tiempo, unos diez días, las semillas pierden poder germinativo.

Semillas de Hevea brasiliensis
Utilización:
Aunque este árbol es usado como planta ornamental en muchas zonas, su utilización más significativa está dedicada a la extracción de un látex blanco o amarillento con el que se fabrica el caucho. El método tradicional de extracción consiste en hacer incisiones en la corteza para que su savia corra a lo largo del tronco para ser recogidas en latas colocadas bajo el corte. Las cicatrices del árbol están secas en un par de semanas, momento en el que se pueden volver a hacer nuevas incisiones. El caucho crudo no se conserva mucho tiempo perdiendo pronto su consistencia por lo que a menudo es necesario un método llamado vulcanización que consiste en añadir azufre al caucho para darle más elasticidad, impermeabilidad y duración. En la actualidad resulta poco rentable su extracción ya que el caucho sintético es más barato y fácil de obtener.
Otra utilidad de este árbol se halla en sus semillas que tienen un uso artesanal siendo utilizadas para la confección de collares y aretes.

Método tradicional de la extracción
del caucho
Propiedades medicinales:
El látex fresco mezclado en dosis muy reducidas con aceite de ricino ayuda a exterminar las lombrices intestinales.

Plagas y enfermedades:
El árbol del caucho es extremadamente sensible a los parásitos entre los que destacan los Pulgones y los Trips, por lo que es importante mantener la humedad del aire y el abonado en niveles óptimos para hacer más resistente a la planta al ataque de estos insectos. La antracnosis producida por la Glomerella singulata ataca a las hojas más jóvenes provocando su caída prematura.




EL ÁRBOL QUE LLORA
    El primer testimonio sobre la existencia del caucho nos llegó gracias a los escritos del naturalista francés Charles Marie de la Condamine cuando en uno de sus viajes a la Amazonia ecuatoriana observó como los indígenas sacaban una sustancia gomosa de la corteza de unos árboles que utilizaban luego para fabricar pelotas, hacer vasijas o impermeabilizar sus calzados.
Lágrimas de latex
Cuando preguntó a los nativos por el nombre de esta milagrosa sustancia le respondieron en su lengua con una palabra que el naturalista transcribió como "caoutchouc". Cuando se interesó sobre el significado de esta palabra se enteró que venía a querer decir algo así como "árbol que llora". Los indígenas se habían fijado que al hacer los cortes sobre la corteza de estos árboles empezaban a brotar como si de un llanto se tratase las grandes lágrimas de leche blanca que ellos afanosamente recogían.
     En la actualidad en el idioma francés se utiliza aún la palabra "caoutchouc"   para designar esta sustancia de la que derivan las denominaciones en alemán "kautschuc", italiano "caucciù" y en castellano "caucho".